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Atlético de Madrid

Giménez es el orgullo de la escuela 176 de San Andrés

Alumno hiperactivo y muy aplicado. Referente en su Toledo natal. Sigue siendo humilde: cada vez que puede se acerca a su escuela. No olvida su origen.

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Giménez es el orgullo de la escuela 176 de San Andrés

Giménez puso en pie al Calderón en el duelo ante el Getafe cuando en el minuto 25 se lanzó de cabeza para evitar un gol cantado de Hinestroza. El estadio aplaudió a rabiar la acción del defensa uruguayo, un momento que define a la perfección la determinación y el sacrificio de un chico que no ha cesado hasta conseguir su sueño.

Lo saben bien en Toledo, la humilde localidad uruguaya donde el central nació hace 20 años, y más concretamente en la escuela número 176 de San Andrés donde José María, como les gusta a sus docentes llamarle, el zaguero cursó desde los 4 a los 12 años. “Era un niño muy impulsivo, pero noble; buen estudiante, aunque revoltoso, que hacía todo lo posible para mantener su pasión, el fútbol, y para ello se empeñaba en organizar picaditos con los chicos en un minúsculo terreno que tenemos”, relata a AS Mariela Alejandra Garrido, subdirectora del centro. El pequeño Josema era por entonces ya todo un carácter que traía de cabeza a las profesoras, pero que no descuidaba los estudios.

“Era muy capaz, se esforzaba mucho, se lo inculcaban en casa, sobre todo su madre, y eso que acá no es fácil porque las clases están superpobladas, es una zona muy humilde”, explica la subdirectora, quien subraya lo importante que es ahora para los alumnos ver a Giménez triunfar como “un referente para salir adelante ante situaciones de mucha carencia y de rendimientos descendidos”. Y es que Giménez es el orgullo del colegio, pero “hubo que trabajar con él”, explica Mariela Rodríguez, su profesora. “Era un chico bueno, pero muy inquieto, lo que se denomina hiperactivo”, nos cuenta mientras reúne algunas de las fotos que aparecen en este reportaje. Había que encontrar la manera de domar al purasangre. “Él tenía dos cuadernos, era muy aplicado y terminaba la tarea el primero así que se ponía a molestar, de modo que se decidió que tuviera trabajo extra y completara un segundo cuaderno”, nos descubre su profesora, quien resume todo aquel trabajo en la foto en la que Giménez, por méritos académicos, aparece como abanderado de la escuela.

Secreto. “Participaba en el club de ciencias, aunque yo creo que igual por el camino se perdió un buen abogado”, explica Mariela Rodríguez mientras nos desvela otro secreto guardado: “¡Y se le daba bien el Tango! Tomaba clases en el centro”. Ella, muy cercana a su familia, ha sido testigo del esfuerzo de sus progenitores Judith y José Enrique, que hacían con él 23 kilómetros de ida y vuelta a Montevideo para que se entrenara. Mariela incluso acudía a sus partidos en Danubio. “Ha sido un orgullo verle cantar el himno alineado con el resto en el Mundial, uno piensa que puso su granito de arena, se le veía madera de líder, se le adivinaba ese carácter y ha madurado con el esfuerzo”, concluye su profesora.

El trabajo ha sido su constante, también en las clases de gimnasia como explica Sandra González, su profesora. “Era un atleta, el primero en velocidad, resistencia…, pero siempre deseaba llegar a la parte de fútbol”, señala subrayando lo que cuesta motivar a chicos de familias modestas. La escuela le hizo a Giménez un homenaje después de volver como subcampeón mundial Sub-20 en 2013. “Era pícaro, de carácter fuerte, con buen corazón y no se dejaba impresionar. Uno le ve en el campo y le recuerda tal cual era en aquellas clases”, confiesa Sandra González. Giménez no ha olvidado de dónde viene y cuando puede se acerca hasta la 176 de San Andrés. Igual su presencia ayuda a sus maestras a motivar a otro José María…