Si fuera por los más de 4.000 aficionados lusos que se acrecaron a ver el partido, Lleida sería la nueva capital de Portugal y Luis Figo, su presidente. El jugador del Madrid vivió un baño de multitudes y pudo comprobar que sus compatriotas le quieren y le adoran.

El capitán de la selección portuguesa demostró ser el amo y señor de un partido que todo el mundo sabía que acabarían ganado. Figo se encargó de llevar la manija del partido, de lanzar las faltas, de servir balones a sus compañeros de ataque y de encender los ánimos a más de un seguidor del Barça que, infiltrado bajo la bandera tricolor de Andorra, aún no le han perdonado.

Le intentaron intimidar desde la grada con todo tipo de provocaciones. Los sílbidos y los insultos fueron constantes durante todo el partido, aunque lo más significativo fueron las pancartas en contra del portugués, aunque con muy buen criterio, los Mossos d'Escuadra no dejaron que se colgaran en las gradas del Camp d'Esports.

Pero si en el Camp Nou Figo se tapó los oidos, ayer pasó de todo y de todos y, junto a sus compañeros, barrió al rival.