Así se amaña un partido

Así se amaña un partido

Todos sabemos que la FIBA amaña arbitrajes, pero es imposible lograr pruebas, porque no existen consignas orales ni escritas que sirvan de testimonio. Lubomir Kotleba, el checo responsable de los arbitrajes en la FIBA, jamás le dirá a un colegiado que debe ser parcial voluntariamente. El método que emplea es más sutil: jueces a la medida para la solución que interesa. Si es un partido donde interesa que gane el anfitrión, árbitros caseros. Si hay que echar una manita al visitante (en especial, Yugoslavia), árbitros valientes y un pelín masocas. Y en los extraños casos donde se prefiere la ecuanimidad (por ejemplo, las grandes finales), árbitros de calidad, prestigio y carácter.

En la familia arbitral todos se conocen. Cada colegiado sabe cuál es su etiqueta, su valoración, sus virtudes y defectos básicos. En un campeonato, cuando Kotleba distribuye asignaciones la noche precedente, cada árbitro sabe el porqué de que le hayan encomendado un partido concreto. Gennaro Colucci, por ejemplo, sabía muy bien lo que se esperaba de él cuando le asignaron el partido inaugural de Turquía en el Eurobasket, frente a Letonia.

Interesaba un trato amable al equipo anfitrión, y Colucci se lo dio. Turquía acusó la presión y las pasó canutas ante el equipo báltico, pero allí estaba el guardia napolitano para sacar a Turquía del atasco (85-82).

Dos días después, en un choque vital para Turquía, frente a España, Colucci estaba otra vez como juez de la contienda. Cualquier posible duda quedaba disipada. El napolitano ya sabía que sus superiores le habían elegido como ángel guardián del equipo de casa. Y pasó lo que pasó. Imbroda hizo una protesta estratégica para ganarse una falta técnica y Colucci aprovechó para enviarle al vestuario directamente. A los siete minutos Turquía tomaba ventaja cómoda en el marcador, con carrusel de tiros libres, y España quedaba cara a la pared, por indisciplina.

Es obvio que estas cosas no deberían ocurrir, pero la FIBA tiene una estructura dictatorial y pseudomafiosa donde los rebeldes nunca prosperan. El capo di capi, Boris Stankovic, secretario general, revisa atentamente la distribución de arbitrajes que hace su lugarteniente Kotleba. Se sorprendió mucho al saber que el director ejecutivo de la Euroliga, Jordi Bertoméu, jamás mira las asignaciones que hace el homólogo de Kotleba en la Euroliga, Costas Rigas.

Como en toda organización político-deportiva, en la FIBA hay países con más o menos poder. Curiosamente, a veces depende más de las personas que del potencial deportivo de las federaciones correspondientes. España, desde que murió Raimundo Saporta, es un cero a la izquierda. El vicepresidente de la Federación Española no logró un solo voto en su reciente intento de acceder a la Comisión Europea. Turquía, Grecia, Francia y, por supuesto, Yugoslavia (Stankovic es serbio) son los países fuertes en la actualidad. En el cisma de las copas de Europa de clubs, Turquía estuvo a favor de la Suproliga oficial e impidió que cualquier equipo turco se inscribiera en la Euroliga rebelde. España, como saben, lideró esa rebelión. Sobran comentarios.