Llegados a esta reanudación del campeonato, Zaragoza y Sevilla llegan a este partido envueltos en una de las peores dudas que pueden afectar a un equipo: ¿quién la meterá para dentro?
Acusado varias veces Alfonso Solans por la afición de estirarse menos que una regla, para esta temporada había decidido abrir la caja. Invirtió en mucho en la búsqueda del gol, pero de momento ha sido a fondo perdido. Se fue a por Drulic y realizó la inversión más grande de la historia. Dos mil quinientos millones de pesetas para otro ¿Milosevic? que se rompió en la pretemporada. Con la estrella fuera de foco para media Liga, se fue a por Bilic. Al croata le impiden debutar hoy varios flecos por rematar con el Hadjuk, su club de procedencia, y la burocracia: Galletti sigue ocupando plaza de extranjero.
Al final siempre queda Yordi, que nunca cuenta como titular, pero siempre está para tapar los agujeros. Quizá con más sudor que goles, pero pocas veces un entrenador se ha podido sentir engañado con su empeño. Con el problema del gol, a primera vista el Zaragoza parece más solido del medio hacia atrás. Con esta tara, la aportación ofensiva de Acuña, Galletti, Jamelli y Juanele se sobredimensiona.
Preocupación. El Sevilla también anda preocupado con el gol. No ha tenido una pretemporada brillante en esa faceta y en los amistosos de este parón ante el Betis y el Torino no ha dado mejores síntomas. La responsabilidad recaerá sobre Moisés, acostumbrado también como Yordi a imaginarse los goles desde el banquillo. Zurdo, buen cabeceador y oportunista, nunca ha tenido un entrenador en Primera que le haya dado veinte partidos seguidos para saber cuál es su verdadero nivel.
Las mejores noticias de su capacidad goleadora las dio Moisés en el Leganés. Aquellos trece goles en dieciséis partidos a punto estuvieron de llevarle a la Premier League. Optó por quedarse en España y aunque nunca le han faltado equipos, aún existe la duda de quién es. Como aún tiene la duda el Sevilla, como novato que es, de donde está el techo y el suelo de su juego. A quién le puede sostener la mirada y a quién no.
