El gran Madrid

Primera | Real Madrid 5 - Espanyol 1

El gran Madrid

El gran Madrid

AGUILERA / SEVILLANO / ANDRÉS GARCÍA

Por fin Zidane se encontró cómodo con Makelele y las estrellas blancas dieron un recital ante un Espanyol peleón.

El muerto está muy vivo. Como un toro. El Madrid fue ayer el equipo dinámico, vistoso, solidario, trabajador y goleador anunciado en los carteles. Una apisonadora. El Espanyol llegó hasta donde pudo, jugó lo que le dejaron y se marchó con el prurito de marcar también un soberbio gol.

Pero eligió un mal día para aparecer por el Bernabéu. Era el día de las estrellas blancas. El santo de Roberto Carlos, Raúl, Zidane, Figo e incluso de Makelele, que hizo un trabajo maravilloso. Entre todos ahuyentaron a los fantasmas de la Liga. Y si me preguntan la razón para este giro tan brusco, me inclino por algo tan simple como es apostar por la aplastante lógica táctica en el once inicial del Madrid.

El modelo Zidane-Makelele es la clave. Es el pilar perfecto donde se apoya con equilibrio el resto de jugadores blancos. Se vio ayer durante todo el partido. Si el crack dominó la pelota magistralmente, si abrió, tocó, mandó y goleó fue porque a sus espaldas hubo por fin un hombre capaz de cubrir campo, robar balones, darle oxígeno y funcionar a la perfección como puente entre la defensa y el ataque. Makelele está mejor que nunca y es un apreciable valor en alza.

A esta armonía se unió un gol tempranero de Zidane. Un inicio soñado. El francés puso en pie al Bernabéu y dice definitivamente adiós al estrés. Dos goles en dos jornadas ponen sobre la pista de lo que está por llegar en sus botas. Es la bisagra perfecta para Raúl y se acabó. Su aportación no deja margen a la polémica. Tiene que jugar siempre.

Tres goles

El Madrid saltó al campo con una gran mentalización. Firme en sus principios y seguro en las intenciones. Por eso a los veinte minutos ya sumaba tres goles. El segundo, de Roberto Carlos, con su tradicional zambombazo raso, tuvo una dedicatoria especial al palco. El brasileño jugó con un tremendo afán reivindicativo que le vino de maravilla al conjunto blanco. Y el tercero nació en un penalti riguroso de Rotchen a Figo convertido por el portugués. El partido tenía ganador.

La tormenta perfecta del Madrid se volvió en calmachicha con un marcador tan abultado. Llegó la hora del lucimiento, del gambeteo y el adorno. El Espanyol encontró un agujerito para enseñar la patita. Casillas le paró un mano a mano a Velamazán (Iker lo hace mejor que nadie) y Macca hizo un penaltito a Lopo ignorado por Burrull. Los de Paco Flores llegaron a creer en los Reyes Magos cuando a la vuelta del descanso De Lucas marcó un bellísimo tanto en pared de espuela con Posse.

Su sueño se vino abajo porque no fue más que el desliz de la noche en la defensa madridista. Enseguida se rearmó el equipo blanco para desbordar de maravilla por las bandas, por el centro, por donde quisieran sus cracks, auténticamente metidos en su papel. Ni siquiera la gran noche de Argensó evitó la manita. Raúl encabezó a la cuadrilla del arte con paredes espectaculares, Zidane tocó con esa sublime sencillez, Figo desbordó cuanto quiso...y los goles cayeron como fruta madura. El Espanyol hizo un trabajo honrado y jugó cuanto pudo, pero ayer se encontró con el gran Madrid. Tan esperado.