El Real Madrid ha entrado en órbita. Navega por el espacio exterior a años luz de equipos como el Pau Orthez. El campeón francés decepcionó hasta el descanso, cuando ya tenía una losa que ni un equipo de forzudos hubiera podido levantar (55-38). Tampoco era el caso. Muchos jugadores atleta, sí -como se había dicho en la previa-; pero a baloncesto puro y duro la distancia fue sideral. Al menos, Roger Esteller, el emigrante español que lidera a los galos, tuvo su momento de exhibición para reivindicar su vuelta a la ACB.

La nave blanca pasó a velocidad de vértigo por el Saporta (enhorabuena, otra vez lleno en las gradas), aunque se le pararan los motores tras el descanso, durante diez minutos (parcial de 13-22: 68-60). Vaivén anecdótico. El choque volvió a su cauce y quedó sentenciado con destellos de Raúl López, la puntería de Vukcevic, el físico de Tabak... y porque la diferencia de potencial era masiva.

Supongo que Scariolo salió contento. Hubo fluidez ofensiva, entrega atrás, control del rebote y latigazos veloces (bien Lucio). Definitivamente, el Madrid ha cambiado de marcha. A estas alturas ya va en cuarta, y su lentitud inicial es historia. Ahora, llegan los buenos: Fortitudo, CSKA y Panathinaikos. Oportuno.