Palabra de un alpinista

Palabra de un alpinista

El 31 de julio de 1954 la cumbre del K2 (8.611 m.), la segunda montaña más alta de la Tierra, probablemente la más difícil y prestigiosa, cedía ante el empuje de un grupo de escaladores italianos. Lo lograron dos fuertes y experimentados guías: Lacedelli y Compagnoni, que hacían justicia a un largo camino de tentativas y esfuerzos de grupos italianos desde que en 1909 Luis de Saboya, hijo del rey de España Amadeo I, descubriera la ruta de ascensión. Aquel día fue histórico para la nación italiana que, tras la terrible experiencia de la II Guerra Mundial, había depositado su orgullo nacional en aquella aventura. Muy poco después, empezaron a circular rumores poniendo en duda la aportación de un joven alpinista, Walter Bonatti, en la consecución de la cima. Bonatti y un porteador, Mahdi, habían llevado las botellas de oxígeno que al día siguiente usarían Lacedelli y Compagnoni.

El 30 de julio los dos hombres cargados con las imprescindibles botellas llegaron a 8.150 metros, muy cerca del último campamento donde estaban los que tendrían que utilizarlas al día siguiente. Ya no podían volver al campamento de más abajo, pues en la oscuridad lo más probable es que se despeñasen. Dieron voces y oyeron a uno de sus compañeros que les decía que dejasen las botellas y regresasen. No volvieron a saber nada de ellos. Fueron abandonados a su suerte y tuvieron que pasar una noche al raso en condiciones terribles. No murieron gracias a la fortaleza y la tenacidad de Bonatti que impidió que el porteador se matase, aunque no pudo evitar que sufriera congelaciones que le supondrían graves amputaciones. Con el éxito se silenció el episodio, aunque Bonatti siempre insistió en que Lacedelli y Compagnoni les habían oído y no les habían auxiliado para no poner en peligro el ataque a la cumbre.

Sobre Bonatti se vertieron las más duras acusaciones, desde que era un inmaduro y un incompetente hasta que había consumido parte del oxígeno y por ello a los dos vencedores se les había acabado antes de llegar a la cima. De nada valieron las hazañas alpinistas que Bonatti llevó a cabo entre 1955 y 1965 que le convirtieron en uno de los más grandes alpinistas de siempre. Parte del aparato del Club Alpino Italiano (CAI) seguía poniendo en duda su aportación vital para la conquista del K2. El tiempo siempre premia la constancia y la razón y ahora un libro de Bonatti titulado "K2, historia de un caso", que acaba de editarse en nuestro país, termina con esta polémica.

Bonatti demuestra que siempre ha dicho la verdad en este asunto. Una fotografía, hasta ahora desconocida, demuestra que en la cima los dos alpinistas llevaban las máscaras sobre la cara. Significa que mintieron al asegurar que se les había acabado el oxígeno antes. El CAI no ha tenido más remedio que rehabilitarle. Bonatti, con cierta ironía amarga, les ha contestado que él no necesitaba rehabilitarse, quienes lo necesitaban eran ellos. Y es que en este tipo de actividades no hay peor cosa que ser tachado de mentiroso porque, hasta ahora, la palabra de un alpinista era tenida por ley. En los últimos tiempos esto ha cambiado por la presión de patrocinadores y la gloria de un titular en un periódico. Por ejemplo, la semana pasada leía en El Correo que una expedición vasca conseguiría "una marca histórica" al conquistar los dos polos en menos de nueve meses.

Esta afirmación debe ser puesta en entredicho ya que la pretendida conquista del Polo Norte fue un viaje turístico en el que un helicóptero les dejó a unos 100 kilómetros de los míticos 90º norte en lugar de los 1.300 que hay que recorrer cuando se sale desde la costa continental. Se afirma en la noticia que "los organizadores destacan que serían los primeros ciudadanos vascos" en llegar andando al Polo Sur. A no ser que nuestro compañero José Carlos Tamayo, que alcanzó el Polo Sur hace siete años, haya perdido su condición de vasco por alguna razón que se me escapa, esa afirmación también es incierta. El caso es que quien ha hecho tales declaraciones (y ha sido recibido ¡por el Rey!, lo cual no habla precisamente bien de sus asesores ) también afirmó tiempo atrás haber subido a la cumbre de un ochomil y después se demostró incierto. Nuestras reglas de juego siempre han sido la limpieza y la ética. No debiéramos dar credibilidad y apoyo a comportamientos de este tipo. El ejemplo de hombres como Walter Bonatti nos lo exigen.