Un punto y tan amigos

Primera | Deportivo 0 - Real Madrid 0

Un punto y tan amigos

Un punto y tan amigos

a. aparicio, jesús sancho e i. guerra

El Madrid salió ordenado y ganó crédito. No llegaron balones a Makaay. Al final, tablas justas.

En ocasiones (pocas) gana todo el mundo. Lo hizo el Depor porque no perdió nada y eso es una forma de llevarse algo; ganó el Madrid porque sus conquistas, a estas alturas, se evalúan más por los intangibles (la credibilidad, la voluntad...) que por los puntos, migajas de los pobres. El Madrid se ordenó, jugó como el Depor y hasta fue el Depor, en un ejercicio de mutación muy saludable porque demuestra que los dioses tienen cintura.

No hubo goles, cierto, pero sí una gran novedad: Del Bosque varió el sistema y apostó por la sensatez, que es su tendencia natural. La banda izquierda, habitualmente desguarnecida para abrir paso a Roberto Carlos, fue reforzada con Solari. El puesto de Raúl lo ocupó Zidane y Guti se quedó en el banquillo.

Ese simple movimiento táctico (ordenamiento, más bien) igualó el partido hasta el extremo. O mejor dicho hasta los extremos, los de ambos equipos, que eran cuatro (cosa rara) y disciplinados (¡Figo también!). En la consecución de ese extraño equilibrio tuvo mucha culpa Irureta, que renunció a presionar a la defensa del Madrid. Debió suspirar Del Bosque.

El caso es que con las líneas muy pegaditas (las amigas y las enemigas) el encuentro se convirtió en un tango con puñal, un buscar la espalda del contrario. Y quien se lo tomó más a pecho fue Makelele, que fue la sombra (no muy amistosa) de Fran, que terminó como si le hubiera pasado un caballo por encima; el francés sabe utilizar muy bien su cuerpo, también en el campo.

Zidane dio el primer aviso, con un pase en profundidad a Ronaldo. Con la defensa del Depor adelantada, parecía el partido del brasileño (somos soñadores). Makaay contestó con un disparo seco que rechazó Casillas. Fueron dos latigazos, pero no entiendan con esto que era fácil entrar, todo lo contrario, era una labor descomunal siempre consecuencia de mucho tocar, de mucho observarse, esperando un puñetazo que encontrara el hígado.

Pasada media hora se descubrió que el Madrid no sufría, a pesar del rival, del campo contrario, de la lluvia, del correr. Eso es un gran hallazgo, no crean. Porque desde ese principio, un equipo tan grande, que acumula un arsenal, parece mucho más peligroso. Y no es nada fácil aguantar el empuje del Deportivo, machacón.

Solari, que ha perdido brillantez desde que se rumorea su salida del Madrid (craso error), fue de los jugadores más incisivos. Al igual que Víctor. Sus equipos se inclinaban por sus bandas. Figo aún no está bien y a Capdevilla le falta altura. En una internada de Solari, con cañito incluido, se reclamó penalti (lo reclamó él) pero el piscinazo, aunque de mérito, no merecía mayor atención. Víctor, por su parte, lanzó al larguero una falta en la que Iker pecó de exceso de vista.

En el centro del campo reinaban Zidane y Mauro Silva, Fran bastante tenía con sobrevivir; Sergio, con detalles geniales, se perdía en el océano. Zizou tuvo una ocasión clarísima tras un gran pase de Hierro, pero el genio quiso controlar en lugar de rematar de cabeza.

Arriba, Makaay estaba muy vigilado por Hierro y Helguera; Ronado se movía y buscaba, sigue creciendo, pero poco a poco. Uno de los momentos más espeluznantes del partido llegó cuando el brasileño, tras chocar con César, se llevó la mano a la rodilla derecha, que es como cuando el abuelo se toca el marcapasos.

Cuando al final el choque empezó a desequilibrarse en favor del Madrid cobró protagonismo el árbitro, un señor engominado que correteaba por allí, hasta entonces sin molestar en exceso. Se pidió penalti por un agarrón de Helguera a Makaay. Lo fue, aunque podría calificarse de homicidio involuntario por el atenuante del disimulo y la falta de violencia. Pero a falta de tres minutos, el línea se convirtió en cómplice de asesinato al levantar el banderín (del Depor) para anular una internada de Cambiasso, completamente solo. No hubo más. Sólo tablas. De salvación, quizá. Y eso es mucho.

Once años y un día

Continúa la racha negativa del Real Madrid en Riazor y ya suma once años y un día sin ganar en el estadio del Deportivo de La Coruña. Durante este intervalo de tiempo el Real Madrid ha empatado en cinco ocasiones.