Ganar Puntos

Ganar Puntos

En la página web del diario Avui se ofrece un juego que, calificaría, al menos, como curioso para no caer en lo mismo que pretendemos rechazar. Se llama El 11 de septiembre y no se refiere al 11 que todos tenemos en la mente y la retina, sino al de 1714, en el que Barcelona fue ocupada por el ejército de Felipe V durante la Guerra de Sucesión. Hoy, esa fecha se ha convertido en el día nacional de Cataluña, la Diada. Pero volvamos al juego, que para eso estamos en un diario deportivo. El reto que nos propone es asumir el papel de arrojado campesino catalán, tocado de barretina y armado con una hoz, y el deporte segar cabezas de soldados franco-españoles. Por cada uno que liquida, consigue puntos, y si se pule a un oficial, pues puntos extra al marcador. Alguno me podrá reprochar tanto barullo por un inocente juego en una web perdida en la inmensidad de la red de redes. Pero ¿que les parecería un juego sobre matar moros, basándose en la Reconquista? Pero hay más señales de que algo se está disparando en zonas de España que está en contra del más elemental sentido común.

Hace poco, fui invitado a una boda en Begur, un pequeño y delicioso enclave en la Costa Brava. Mi amigo me contó que el sacerdote del pueblo se había negado a oficiar en castellano, por lo que tuvieron que traer a un cura amigo de Zamora. Y lo mismo tienen que hacer los que quieren que les bautice un hijo. Yo mismo, para encontrar un folleto en castellano de la iglesia, tuve que desenterrarlo de entre el montón de folletos en seis lenguas diferentes donde el clérigo lo había escondido. Lo gracioso del caso, según me cuenta mi amigo, es que este cura ofrece en verano misas para extranjeros en el idioma que le pidan. ¿No les parece un disparate? Si algo me ha enseñado la naturaleza es que hay que estar atento a las señales, por minúsculas que sean.

A veces, la diferencia entre la tragedia y el mero sobresalto depende de haberse fijado en una pequeña grieta en la nieve o en escuchar un ruido casi imperceptible en una ladera helada. Y nuestra sociedad está llenándose de pequeñas grietas como ese juego (y gentes como este dómine obtuso) en el que se manipula la historia de manera tan burda como arriesgada. Se está volcando sobre niños y jóvenes visiones de nuestra historia y de nuestra realidad peligrosamente torpes y suicidas. Nos creemos a salvo porque estamos en la parte estupenda del mundo. Pero los habitantes de Yugoslavia creían que también lo estaban y ya ven cómo han terminado. El nacionalismo y la ceguera de las potencias europeas acabaron abriendo fosas comunes y destruyendo bibliotecas y monumentos. Ganar puntos cortando cabezas de soldados franco-españoles es un intranquilizador indicio de que una grieta se está abriendo en nuestra sociedad. A tiempo estamos de evitar que se convierta en un alud que nos arrastre a todos.