Imperial Charly

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Moyá deslumbra en el Masters tras su paliza al número uno del mundo y se planta en las semifinales, donde aún pueden estar Costa y Ferrero

En casos como el de Moyá con Hewitt, se dice en inglés: "Tiene el número, got his number". O también, refiriéndose al pobre que se lleva las tortas: "tiene un mono sobre su espalda".

Pero el pobre que aquí se lleva las tortas, las derechas y las dentelladas es el número uno del mundo. El mejor restador. El Cuervo de Adelaida con Corazón de León. El campeón de Wimbledon. El diabólico Hewitt, al que Moyá debe parecer la reencarnación del Diablo de Tasmania.

Charly Moyá juega a calzón quitado con Lleyton Hewitt porque, en efecto, tiene su número: el fantástico resto del australiano, basado en velocidad y anticipación, no le sirve ante el saque, que Charly ha aprendido a esconder y a redimensionar de la mano de sus colegas Joan Bosch y Jofre Porta, primero amigos, y luego entrenadores.

En el juego de derechas, Hewitt no tiene solución: comparar su pegada con la de Moyá es plantear la batalla de una ardilla ante un mortero o la de un honrado paseante con Mike Tyson. Lo único que pueden hacer la ardilla y el buen ciudadano es correr y esconderse. Y eso es lo que le queda a Hewitt ante Moyá.

El punto de inflexión fue cuando Charly arrebató a Lleyton en dos mangas la última final de los ATP Championships en Cincinnati: "Ahí tomé mucha confianza: me dí cuenta de que no sólo podía ganarle bien en la tierra", recuerda Moyá. Allí, en Kings Island, Ohio, el flemático novio de Patricia Conde comprobó como al irritante novio de Kim Clijsters le dolían todas estas cosas: el fuego graneado de derecha, la versatilidad irregular y colocada en los saques... y las dejadas con las que se rompe el ritmo de carrera infatigable que Hewitt mantiene como un poseso.

Moyá ha reestructurado en Palma su vida personal y su trabajo profesional, junto a Bosch y Porta. Esto ha hecho el milagro de Charly, que hace menos de dos años parecía desahuciado para el tenis de élite y ahora es la sorpresa de Shanghai (Shanghai Surprise) o ... el Hombre Milagro.

Así, Hewitt, de nuevo con un 42% de primeros saques, se vio ante un martirio: las dejadas de Moyá partían el ritmo de Lleyton. Las derechas de Charly machacaban las alas del Cuervo rubito de Adelaida, que no podía apoyarse en la bola rival ni buscar el revés de Moyá. Este alternaba, variaba el ritmo de cañoneo. El infierno eran los saques de Moyá, no los restos de Hewitt, que tras ganar una contradejada, insultó claramente a Carlos: "Fuck off...", "que te jodan por ahí..." y algo más, algo peor...

A la quinta bola de partido, tras fallar un remate a placer, Moyá silenció el ruido de Hewitt y se plantó en semifinales. Allí pueden seguirle Costa, cuyo revés humilló las locuras de Safin, e incluso Ferrero, si éste ha llegado con verdadera ambición a Shanghai. Shanghai, la Ciudad Terrible, que ahora es el Imperio de Charly. Tiene su número.