El apaño no hace daño

El apaño no hace daño

Deporte curioso el tenis. En él ha sobrevivido un gesto casi prehistórico que procede de los flemáticos gentlemen ingleses. Me refiero al hecho de pedir perdón cuando la bola roza la red y cae del otro lado, un modo de disculparse por tener suerte, como si depender de la fortuna fuera un asunto plebeyo, indigno. Aunque se conserva el ritual, ahora es poco más que un tic, nadie lamenta la suerte, más bien el gesto se utiliza como una forma de enseñar el dedo corazón mostrando la palma entera. Hablo de la tradición para llegar a la ética y quiero llegar a la ética para traicionarla después. Ustedes me entenderán.

Si hoy gana Costa a Moyá ambos se clasificarán para semifinales y Hewitt quedará eliminado. No hablaré de apaño (la mafia nunca dice asesinato: dice trabajito, liquidar, limpiar...), pero Moyá podría relajarse, ahorrar fuerzas y, de paso, quitarse del camino a Hewitt, que es un tipo que se pasa los partidos gritando, pero que también pide perdón cuando la bola cae del otro lado. Todo esto sería mucho más ético que largarse como ha hecho Agassi, que se ha inventado una lesión al verse sin opciones. Deporte curioso este en el que el público no puede silbar a los escaqueados.