Honrados pero muertos

Honrados pero muertos

Nos mató Hewitt, lo que nos convierte en un digno fiambre (es el mejor del mundo) y nos confirma que la vida, aunque caótica e incomprensible, esconde ciertas enseñanzas inapelables: si perdonas a tu enemigo, lo más probable es que tu enemigo no te perdone a ti. Nos mató Hewitt, que tiene muchas cosas de los asesinos de las películas de suspense, aquellos que, aparentemente muertos, vuelven a la carga con diez balazos en el cuerpo y salen de un lago o una bañera para dar un último susto, tan malos son que no basta con matarlos, hay que rematarlos. Así le sucedió a Ferrero, sólo que el malo era bueno, mejor.

Nada se puede reprochar a Ferrero, tiene mucho mérito acorralar a la bestia y él lo consiguió. También es positivo que tras el partido fijara su próximo objetivo en el Abierto de Australia (no en Roland Garros), la venganza más cercana; quizá se decida, por fin, a perseguir a Hewitt por el mundo, la rabia da alas. Quizá, también, su ejemplo se contagie a otros españoles y por fin veamos a La Armada asaltar retos diferentes. Por ejemplo, la Copa Davis. Es incomprensible que un país que mete a tres jugadores en el Masters no sea capaz de ganar este torneo si no es con el viento a favor.