El caballo ganador

El caballo ganador

Compraron un deportista como quien compra un caballo, para ganar carreras. Y lo peor no es eso, otros lo hacen, sino que intentaron venderlo como un éxito del deporte español, mucha bandera y mucho político profidén, como si aquel personaje tan parecido a Forrest Gump (quizá no tan brillante) nos hubiera elegido por su amor a España, y no porque tuvo que salir de Alemania al galope, tras acusar a compañeros y técnicos de hacerle magia negra; por aquel entonces, ya se hacía acompañar de una pitonisa portuguesa.

En España también culpó al seleccionador de sabotearle los esquíes, pero aquello se consintió y se le permitió entrenarse al margen del equipo, pobre Juanito, tantas eran las medallas que nos iba a dar. Qué gracia nos hacía con la montera. Y qué bien ondeaba la bandera, ya podían aprender algunos. Pero cuando dio positivo, comenzó la estampida. Si nacionalizarle a toda costa fue un error (se debe acoger, no comprar), dejarle solo resultó indigno, la vergüenza de todos los que quisieron convertir en ídolo a la mula Francis. El éxito de un deportista es el éxito de un país cuando existe una identificación casi tribal con el triunfador. Y Baviera, preciosa, pilla lejos.