Ricardo Melero Guaza sufrió un linchamiento al final del Barcelona-Málaga del 6 de febrero de 1977. El Barça ganó por 2-1 y el colegiado, según recoge el cronista de este periódico ("deberían inhabilitarle a perpetuidad"), no estuvo muy afortunado. Pero su pecado fue expulsar a Johan Cruyff por insultarlo, el mito de un Barça que se había erigido en símbolo de una Cataluña que reclamaba su autonomía (concedida en septiembre) y que escrutaba con recelo cualquier movimiento centralista.

Antes de la expulsión, los jugadores del Málaga ya habían parado a un espectador que saltó al campo senyera en mano y a otro con una muleta. Cuando Melero pitó el final, cuatro personas, dos de ellas con más de cuarenta años, golpearon al colegiado. Don Balón los localizó y publicó en exclusiva sus declaraciones, que reflejaban el estado de tensión de un Camp Nou que arrojó "zapatos y hasta un biberón".

Uno de los agresores relató su desgraciada proeza: "Le cacé bien, yo le di el puñetazo mejor colocado (...). Sentí un relajamiento inmenso. Me dije: ya está. (...) De acuerdo, no era correcto, pero son ya muchos años de mafia sobre el Barça, de dictadura contra Catalunya (...) ¿Por qué tuvo que expulsar a Cruyff aquí en casa?". Otro de los que provocaron la brecha en la cabeza de Melero explicó que lo hizo por vengar "una ofensa a Johan Cruyff (...). ¿Cuándo va a invitar el señor Montal a Porta (entonces presidente de la Federación) al Camp Nou? Tenemos preparadas para él y para Plaza (presidente Comité de Árbitros) dos sogas que colgarán del dedo de Colón".

Los incidentes, justificados por la presión centralista, un argumento que aparece también ahora en boca de Gaspart, se quedaron sólo en una multa de 200.000 pesetas al club y tres partidos de suspensión a Cruyff. El linchamiento de los locos del Camp Nou no tuvo castigo. La agresión del Loco del Bernabéu costó dos partidos. El recurso del centralismo funcionó en 1977; en el 2002 parece que no.