Mascarada

Primera | Mallorca 0 - Barcelona 4

Mascarada

Mascarada

enric fontcuberta / justo gonzález

Las expulsiones de Novo y Etoo desvirtuaron el partido del morbo. Van Gaal respiró con una goleada escandalosa.

Todo se torció en dos minutos. En el 24, Novo fue expulsado; en el 25, Kluivert marcó el 0-1 con la ayuda involuntaria de Lussenhoff. Lo que acabó de matar el partido pasó en el 31, cuando Etoo se autoexpulsó en una acción loca. A partir de entonces, con nueve contra once, ya no había nada que hacer, nada que ver; ni siquiera por el hecho de que Overmars, otra vez con una desgraciada intervención del central argentino, lograse otro gol. ¿Cómo iba a remontar el Mallorca una desventaja tal con dos hombres menos sobre el campo? Imposible. El fútbol había desaparecido del mapa, y todo lo que viniera después sólo podía ser algo parecido a lo que ocurre en un patio de colegio.

El partido del morbo, por la guillotina que se cernía sobre Louis van Gaal de darse una previsible derrota del Barça, se convirtió en una tragicomedia protagonizada por distintos actores en una representación coral. Motta provocó a Novo, que le soltó un cabezazo; Iturralde hizo caso a su asistente Rafael Guerrero (el del famoso Rafa, no me jodas del Zaragoza-Barça de la temporada 96-97) y expulsó al mallorquín; Etoo se puso como una moto por Motta y no paró hasta que le arreó un patadón al italobrasileño.

A partir del 0-2, todo lo que se pudo ver sobre Son Moix no fue nada, una especie de entrenamiento privado del Barça, como los minutos-basura que a veces nos regala un partido de baloncesto. Los azulgrana, recreándose en la suerte ante un rival capidisminuido; Van Gaal, celebrando como un desalmado el hat-trick que ni siquiera Kluivert se atrevió a exteriorizar más allá de lo plausible, o escribiendo vete a saber qué tonterías (a lo mejor era su carta al rey mago Gaspart) en la libreta. Y el público mallorquín haciendo la ola mexicana, más por reír que por no llorar. Y...

Dejemos de lado la segunda parte del encuentro, porque no merece la pena hablar de una parodia de lo que debe ser el fútbol. No hay fútbol cuando un equipo es tan superior numéricamente a su rival. Los nueve del Mallorca, con pundonor, hicieron todo lo posible para no recibir una goleada aún más escandalosa, mientras que los once del Barça porfiaron por agrandar el marcador. Como un taquigol ridículo, retransmitido encima por televisión.

Lo que queda del partido, lo auténtico antes de que todo degenerase en un carnaval, fue comprobar que los jugadores del Barça salieron realmente con el ánimo de ganarlo, motivados, como comprometidos con la suerte de Van Gaal. Los que salieron de entrada, claro, porque Riquelme se quedó en Barcelona y a Saviola sólo lo sacó para jugar un ratito. Hasta que la cosa no degeneró en una mascarada, se vio que podía haber un gran partido. Pero estaba escrito que en un día tan trascendental, con la cabeza del técnico holandés pendiente de un hilo (el telefónico que unía a Gaspart con Carlos Bianchi), no podía ser un día normal.

Van Gaal había anticipado que no sería su último partido. Lo que no dijo es que el fútbol fue ayer muy generoso con él.

Iniesta: inolvidable debut

Andrés Iniesta tuvo ayer un debut en la Liga española (en Champions jugó ante el Brujas) como para no olvidarse. No sólo por el hecho de salir de titular, sino sobre todo por lo que se vivió en Son Moix. El canterano del filial, de apenas 18 años, pudo mostrar algo del talento que lleva dentro.