Camino del futuro

Camino del futuro

Un desastre de tan enorme magnitud como la marea negra que está destrozando las costas gallegas arroja luz sobre aspectos esenciales de una sociedad como es el apoyo a la investigación o su grado de desarrollo. Uno de los protagonistas de esta desigual lucha está siendo el batiscafo francés Nautile. Gracias a él, supimos del estado real de los restos del petrolero Prestige y ahora está trabajando en la compleja tarea de tratar de taponar las numerosas grietas en el casco por las que sigue escapando fuel. Decir que el Nautile es un submarino es como afirmar que un transbordador espacial es una avioneta un poco más difícil de manejar.

Y es que descender hasta los casi 4.000 metros de profundidad es lo más parecido a un viaje al espacio exterior que podemos experimentar en nuestro planeta. Allá abajo, ese prodigio de la ciencia debe soportar condiciones y circunstancias inconcebibles para los profanos. Ellas convierten cada una de sus inmersiones en una verdadera aventura y a los que lo pilotan en aventureros en el mejor y más emocionante sentido de la palabra. Hace unos días buceando a más de cien metros de profundidad en las cavidades de la Fuentona, en Soria, recordábamos los problemas técnicos que ocasionó llegar al lugar donde estaba el tristemente célebre submarino ruso Kursk y lo cerca que estábamos de superar esa frontera. Fueron aventureros y hombres de ciencia los que pusieron las bases para que el Nautile sea hoy un instrumento fundamental en esta tarea en la que nos estamos jugando tanto.

Hombres excepcionales como el físico y meteorólogo suizo Auguste Piccard. Piccard, a quien debemos el diseño del primer batiscafo para el estudio de las profundidades marinas en 1948. Y fue su hijo Jacques quien descendió a la Fosa de las Marianas a bordo de la nave ingeniada por su padre, el Trieste. En el brillante relato de sus aventuras "Sobre las nubes, bajo las olas", Piccard contesta a esos "espíritus de tendero" que le preguntaban qué sentido tenía la investigación oceánica diciéndoles que es una pregunta sin sentido. Estos días, con la catástrofe del Prestige, estamos aprendiendo en nuestras propias carnes que el mayor riesgo es no arriesgar.

Hemos descubierto que tenemos un estado pequeño, burocráticamente descentralizado e ineficaz y, lo que es peor, lleno de funcionarios mediocres. Es necesario trabajar por lo improbable, sin que sea preciso que se vislumbre una aplicación directa de su labor. Algún día se revelará útil tanto trabajo. Si el tozudo y genial Piccard no hubiese luchado tanto por su sueño ahora no existiría el Nautile y estaríamos un poco más indefensos ante la desgracia. Aquí tenemos un buen objetivo para el Estado, ahora que tantas voces abogan por dejar todo en manos del dios Mercado: apoyar a científicos y aventureros. O por ejemplo, ¿para cuando una base española en el interior de la Antártida? No encontraremos mejores guías hacia un futuro más esperanzado.