59 segundos

59 segundos

Sería un día frío aquel 17 de diciembre de 1903 en las dunas de la playa de Kitty Hawk, frente al océano Atlántico. Pero Orville y su hermano Wilbur no debían notarlo. Llevaban toda la mañana probando su invento y sentían que cada vez estaban más cerca de su sueño. Se dispusieron a realizar su cuarto intento. La suerte hizo que fuera Wilbur quien se tumbase boca abajo sobre el plano inferior del artefacto para llevar los mandos en este cuarto intento. Puso en marcha el pequeño motor de gasolina de 12 cv. de potencia que se encontraba junto a él. Orville comenzó a correr junto a ellos tratando de que no se inclinase. Tras deslizarse unos metros sobre una guía de madera, el Flyer I remontaba el vuelo. En apenas 59 segundos, recorrió 260 metros por el aire. Pudiera parecer muy poco, pero tras esas humildes cifras se esconde uno de los saltos más gigantescos que ha dado nuestra civilización.

Porque aquel 17 de diciembre de 1903, el primer artefacto más pesado que el aire inventado por el ser humano conseguía surcar el cielo. El sueño de Leonardo da Vinci se hacía por fin realidad. Este año se cumplen cien años de aquel maravilloso logro de los hermanos Wright y ya están en marcha numerosos actos en Estados Unidos, su país natal, para celebrar tamaño acontecimiento. Aunque, sin duda, es una celebración que todos debiéramos compartir. La aeronáutica nos ha traído indudables avances que han mejorado substancialmente nuestra vida. Y ha abierto al espíritu aventurero primero los cielos azules y luego los infinitos espacios estelares, donde se vivirán asombrosas aventuras los próximos siglos.

La historia oficial suele ser timorata y sólo guarda espacios con letras de oro para triunfadores como los hermanos Wright. No así los propios protagonistas. De hecho, los Wright siempre reconocieron su deuda con el astrónomo Samuel Pierpoint Langley. Este científico había realizado poco antes varios intentos de hacer despegar un artefacto con un motor de explosión, partiendo a su vez de los logros del alemán Otto Lilienthal. Los Wright recogieron sus experiencias. Los perfeccionaron con inventos tan decisivos como un rudimentario túnel de viento en el que probaron su artefacto. Y por fin, consiguieron poner en el aire el Flyer I.

Otra vez en la historia del progreso fue la unión del trabajo callado y tenaz de muchos aventureros lo que hizo posible el milagro. A veces fueron figuras envueltas en la leyenda, como nuestro Diego Marín. Un burgalés que, cuentan en su pueblo Coruña del Conde, logró volar a finales del s. XVIII, pero el miedo a la Inquisición hizo que sus familiares le quemasen el artefacto, acabando con su sueño. Y es esa voluntad de crear y conocer la que hace que mantengamos la esperanza de que aquellos 59 segundos sean la promesa de un futuro mejor. Parece un buen deseo para este año que comienza, ¿no creen?