Madrid sufre ansia de derby

Primera | Real Madrid-Atlético

Madrid sufre ansia de derby

Madrid sufre ansia de derby

Después de 1.176 días se volverá a jugar un Madrid-Atlético de Liga. No cabrá un alfiler en el Bernabéu. La comparación Torres-Raúl estimula el partido.

Durante dos años el madridista vio al seguidor del Atlético como un aficionado a otro deporte. Esta actitud, entre condescendiente y jocosa, es exactamente el insoportable ejercicio de superioridad que detestan los atléticos, lo que despierta toda su rabia, su ira y demás sentimientos maléficos ante lo que consideran representación del poder absoluto, fascismo opresor, terrateniente cortijero, cachondeo insoportable y ladrón de guante blanco. Y tiro por lo bajo.

Porque en los últimos tiempos, aquellos de los que tengo recuerdo (Salazar me corregirá), la rivalidad entre el Atlético y el Madrid se alimenta de la animadversión (vuelvo a tirar por lo bajo) que sienten los rojiblancos hacia todo lo que sea blanco y radiante. Tanto fervor acaba por agitar la indiferencia del madridista, que termina por entrar en la pelea y acaba encontrando no poco placer en las frecuentes desgracias de su vecino.

Lo dicho da idea de lo que significa el derby del próximo domingo. En el caso del Atlético, una revancha rumiada durante dos años en Segunda, tiempo en el que dolieron tanto las penurias propias como las Copas de Europa del Madrid; tiempo en en que el Atlético ha hecho de su fatalismo una filosofía: ya no son el pupas, son románticos (la transformación de Gil en el Ché Guevara está costando un poco más). De ahí el slogan del añito en el infierno (fueron dos) o la imagen del Mono Burgos saliendo de la alcantarilla.

En el caso de los aficionados madridistas, el partido no tiene menos importancia. Tanto como la derrota, aterran las bromas del día después; falta costumbre. Más aún, cuando últimamente se descubren por todos los sitios atléticos que habían estado latentes, disfrazados de numismáticos o de seguidores de la NBA; algunos de ellos, vecinos, primos e incluso hermanos (se viven historias dramáticas en un derby).

Y por si fuera poca la expectación que se ha generado (no hay entradas a la venta), el gol de Fernando Torres al Deportivo ha añadido interés, ha igualado el partido, le ha convertido, a los ojos de los rojiblancos, en el Mesías, en el antídoto: "como Raúl, pero mejor", dicen enfebrecidos; "como Jordan", he llegado a oír, "eso lo mete Ronaldo y nos hacen un coleccionable...".

En cualquier caso la comparación entre el Niño de antes y el de ahora estimula el derby, igual que lo hace el contraste entre Luis y Del Bosque, por no hablar de Gil y Florentino, el marcapasos y el Pitina II. Es casi imposible enfrentar tantas cosas como las que se miden en este partido.

Desde ayer mismo todo en Madrid gira en torno al derby, no hay neutrales. Todo el mundo espera el ataque de su equipo y planea su contraataque personal: se ensayan himnos, cortes de manga, jejes, jijis. Aunque los interesados se empeñen en decir que es un partido más, que sólo hay tres puntos en juego, todos acaban por implicarse, no importa dónde hayan nacido ni cuantos años lleven en el club: la tensión se contagia desde la calle a los futbolistas.

Y no es por molestar, pero también hay deporte. El Real Madrid vive un momento decisivo en el campeonato. Y de las poquísimas cosas que podrían alterar a los galácticos sería una derrota ante el Atlético. Tampoco es tontería lo de los rojiblancos. Una victoria les haría volar y soñar con cualquier cosa (ellos son así), pero una derrota podría hundirles irremisiblemente (ellos son así también). En estos partidos debería estar prohibido el empate. En conclusión, que por fin ya es derby. Y conviene disfrutar antes del partido. Por si acaso.