¡Qué grande es el derby!

Primera | Real Madrid 2 - Atlético 2

¡Qué grande es el derby!

¡Qué grande es el derby!

Figo propició la remontada - Luego falló un penalti que hubiera sido el 3-1 - Albertini empató en el 95’

Si el marcapasos de Gil ha superado esta prueba, que parece que sí, porque se reía, habrá que pensar sellarle la garantía y ponerse uno. Porque no es fácil imaginar un partido más intenso, con tantos brincos, con tantas historias dentro, tan agotador. Tampoco es sencillo planear un encuentro en el que todos queden más o menos satisfechos, incluidos los del Madrid: Del Bosque y Roberto Carlos sonreían después del golazo de Albertini, quizá porque entendían que esto es un derby y que esto es el Atlético, cúmulo aparente de desgracias que termina en pirueta, doble salto unas veces y mortal otras.

El partido fue una locura, y lo digo en el sentido más estricto del término. Evidentemente, ese punto de desquiciamiento con el que se descubrió a los pocos minutos ayudó al Atlético, que se sintió como en casa, en su salsa, dejó de sentirse inferior (salió con cierto complejo) y llegó a tener contra las cuerdas al Madrid, al que durante 20 minutos hubiera bastado un golpe, un gol, para rodar por el suelo.

Lo que comenzó en avalancha madridista (Raúl tiró alto un balón que lo meto yo, incluso ustedes), dio un giro brutal cuando el árbitro pitó penalti por carga de Roberto Carlos a José Mari, que estaba en el aire y cayó desequilibrado. Sorprendió porque no era una ocasión de gol y porque jugadas así hay cientos en cada partido y nunca son señaladas. Fue una decisión tan puntillosa que enloqueció al Madrid.

Pero si el gol de Javi Moreno transformó el partido, la expulsión de Helguera, justo un minuto después, provocó una auténtica convulsión. Helguera, vengando quién sabe qué (quizá el gol), entró por detrás a Javi Moreno, y lo hizo de forma absurda, violenta y cantosa. Mereció la roja. Por torpe.

El Madrid se resintió mucho de tanta desgracia acumulada. Se rompió por completo. Y el Atlético se encontró sin esperarlo con un partido de cara, con los campos de Castilla por delante para jugar el balón. Durante esos minutos no tuvieron muy claro si dormir la pelota, si apuntillar al Madrid o si soltar una risa floja.

Y entre esas dudas se coló Figo, que, de tanto insistir sin fortuna (bien Sergi), se encontró con un pasillo en el que García Calvo le hizo el ídem y le permitió presentarse ante el Mono Burgos. Un disparo raso y pegado al palo valió el empate del Madrid. Y su resurrección aparente.

Para situar el partido, hay que decir que en el Atlético Albertini era el mariscal de campo, tocando, abriendo, oxigenando; muy italiano, cabreándose cuando correspondía. En el Madrid, Zidane ponía voluntad, Raúl desacierto (como lo oyen) y Ronaldo trabajo (como lo siguen oyendo). El brasileño no sólo colaboraba en tareas defensivas (le hizo la cobertura a Michel Salgado) sino que ganó en un sprint largo a García Calvo (¡!); fue una jugada que culminó con un gran pase con la izquierda a Figo.

En el minuto 34 de la primera parte (todavía vamos por ahí), Albertini estuvo a punto de marcar en un lanzamiento de falta. Era un aviso. Poco después, llegó la segunda jugada polémica de la noche: Roberto Carlos profundizó por su banda y cuando estaba a punto de alcanzar la línea de fondo, con el balón casi perdido, García Calvo se lo llevó por delante. El árbitro pitó penalti. En cierto modo era una jugada similar a la anterior: había que ser muy riguroso para señalar aquello. Pero Daudén estaba ayer con las pistolas calientes.

Figo puso al Madrid por delante y el Atlético pareció víctima de su legendario fatalismo. En sólo 45 minutos se había sentido temeroso, imperial y otra vez temeroso. No era una buena forma de comenzar la segunda parte. Pero el Atlético es en cada momento lo contrario de lo que esperas.

Así, tres minutos después de ponerse el balón en juego, José Mari cabeceó fuerte y con intención. Era gol. Pero no lo fue porque cuando el balón alcanzaba la cortina invisible Casillas voló para despejar con la mano. No hay un portero en el mundo con mejores reflejos.

Sin embargo, esa no iba a ser la tónica de la segunda mitad. El Madrid tardó poco en hacerse dueño del campo. Raúl volvió a tener otra ocasión clarísima, pero después de regatear a Burgos la pegó mal con la derecha. Falló las de los últimos cinco años.

Ya no había esquemas, ni estrategias, ni colocación. Todo era una trinchera. Y en esas circunstancias cada disparo del Madrid es de cañón. Y por si fuera poca esa inercia del que viene por detrás, García Calvo se encargó de culminar una actuación que sólo se purga en el confesionario: en la enésima carga de Figo, lanzó un brazo (pensó que era un lazo) intentado pararle. Era su segunda tarjeta amarilla y su pasaporte al vestuario.

Quedaba media hora por delante y esa era precisamente el tiempo que parecía sobrar. El Madrid ya se veía ganador y los rojiblancos me temo que tenían la misma impresión. La única incertidumbre era el resultado, porque que los locales se plantaban en el área del Atlético con mucha facilidad, a pesar de que Ronaldo ya no estaba en campo (fue relevado por Pavón).

No se entiende esa decisión de Del Bosque: Ronaldo había estado bien y el partido se le ponía a su medida: contragolpe y tentetieso. El cambio natural hubiera sido Raúl, pero ya saben como funciona el maravilloso mundo de los galones.

En el minuto 81 llegó el primer penalti claro del derby. Roberto Carlos se disparaba hacia la portería del Mono y Aguilera le zancadilleó. Figo se disponía a culminar su gran partido con un hat-trick. Pero quien culminó su gran partido fue el Mono Burgos, que detuvo el lanzamiento con la nariz.

Hay cosas que parecen sin sentido y sin embargo lo tienen. Burgos, con la cara ensangrentada, sufriente y victorioso, era la viva imagen de un comanche propietario de una gasolinera, una extraña poesía visual que resume el destino rojiblanco y no me pidan que les explique esto.

El caso es que en el minuto 95 Albertini marcó al lanzar una falta de forma magistral, fuerte y a la escuadra. Casillas tocó el balón, este dio en el larguero, tropezó en el propio Casillas y se metió dentro: 2-2. Un final surrealista a un partido rebosante de intensidad, loco y emocionante, la más exacta definición de un derby. De Fernando Torres no hablo, porque no le vi.

Perfecto: Albertini

Jugó bien durante todo el encuentro, pero ese fabuloso lanzamiento de falta le convierte en el mejor.

Fenomenal: Figo

Sus dos goles propiciaron la remontada del Madrid. El único pero que se le puede poner es el penalti fallado.

Muy bien: Makelele

Sirve para todo, incluso para jugar de hombre libre. Estuvo impecable en defensa, soberbio en el corte.

Bien: Burgos

Acertadísimo en todos los balones que le llegaron. Le ganó la partida a Raúl. Paró un penalti con la nariz.

Regular: Javi Moreno

Ejecutó el penalti a la perfección, pero no brilló en ataque. Una de las veces que se quedó solo se la dio a nadie.

Mediocre: Torres

No creó ninguna ocasión de gol, quizá porque estuvo poco asistido. Es mucho mejor de lo que pareció ayer.

Mal: García Calvo

Falló clamorosamente en el primer gol de Figo y luego provocó su expulsión. Incapaz de parar al portugués.

Muy mal: Helguera

Una entrada por detrás a Javi Moreno (absurda y violenta) le valió la roja. Hizo más daño a su equipo.