El placer de buscar

El placer de buscar

Cuando lean estas líneas, nos encontraremos en algún punto entre Rawalpindi y el campo base a los pies del Broad Peak. Habrá quien se extrañe de que no pueda ser más concreto en pleno siglo XXI. Sin embargo, la realidad suele ser tozuda y las veleidades y sueños de que dominamos nuestro entorno se deshacen como un trozo de hielo al sol en cuanto nos adentramos en lugares como el Karakorum. Aquí rige un tiempo mineral, que mide por eras su paso y nuestras cuitas y deseos apenas dejarán una leve huella que borrará la nieve y el viento. Nos encaminamos hacia un lugar que nos supera y nos fascina.

Buscamos el territorio del leopardo de las nieves. Rodar a este felino en su hábitat es nuestro gran objetivo, además de la cima del Broad Peak, por supuesto. Es en invierno cuando resulta un poco —sólo un poco— más sencillo ver a este fabuloso felino que deambula solitario por los cientos de kilómetros que delimitan su territorio. Las terribles condiciones invernales le impulsan a descender hasta los valles en busca de comida. Uno de esos valles es el hogar de Karim, nuestro entrañable amigo y compañero de expediciones.

Contamos con su inestimable ayuda y conocimiento para tener éxito en el empeño de atrapar con nuestra cámara a este animal tan hermoso como esquivo. Su escasez, su belleza y su forma de vida han convertido al leopardo de las nieves en todo un símbolo del universo en el que vive. De hecho, el geógrafo Eduardo M. de Pisón, que nos acompañará en esta búsqueda, habla del territorio del leopardo como de un territorio moral, además de geográfico. Un espacio al que sólo es posible acceder con un talante abierto y libre. Me viene a la memoria otro leopardo mítico, el que cita Hemingway en su cuento "Las nieves del Kilimanjaro". Ese relato comienza contándonos que, cerca de la nevada cima de la montaña más alta de África, se encuentra un esqueleto seco y helado de un leopardo. Nadie, escribe Hemingway, ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas. Se convierte, para el escritor, en un símbolo del espíritu de aventura que atravesó su vida y su obra. Porque quizá ese leopardo, como los alpinistas que luchan por llegar a una cima, tan sólo llegó hasta allí por el placer de buscar, de aventurarse.

Explorar, buscar, conocer más. Sólo este esfuerzo está en nuestras manos. Los resultados concretos, son un hallazgo sin duda gratificante. Pero lo decisivo es atreverse a intentarlo. Pudiera ocurrir que regresemos a casa sin las imágenes del leopardo de las nieves y sin la cumbre del Broad Peak. Todavía es pronto para calibrar nuestras oportunidades aunque si de algo estamos seguros es de que pondremos todo de nuestra parte. Pero ocurra lo que ocurra, habrá merecido la pena intentarlo. Porque estamos seguros de que adentrarse en el territorio del leopardo, en el simbólico y en el geográfico, nos aportará una vez más conocimientos y experiencias únicas que compartir con quien quiera conocerlos.