Los otros alpinistas

Los otros alpinistas

En ocasiones, las crónicas no hacen justicia a sus protagonistas; unas veces por exceso y otras por defecto. De los serpas se ha dicho con harta frecuencia que no se les ha reconocido el papel que jugaron en la época heroica del alpinismo. A fuerza de ser repetido, ha desbordado la carencia que se quería enmendar y se ha convertido en una exageración. El término justo es aquel que analiza con rigor la historia y saca las conclusiones que corresponde. Los serpas no jugaron el mismo papel en todas las montañas del Himalaya y desde luego muy poco en el Karakorum. En este último macizo fueron los baltíes los que ayudaron a los alpinistas de los países ricos en la tarea de explorar, cartografiar y escalar las montañas más bellas de la Tierra.

Pero ¿quién ha oído hablar antes del Baltistán? Apenas unos pocos en España sabrán quienes son esos "mongoles de raza aria", como los definió el profesor Ardito Desio, el jefe de la expedición italiana que efectuó la primera ascensión al K2 en 1954, y que desde finales del siglo XIX han transportado las cargas al pie de las montañas, convirtiéndose de hecho en los otros alpinistas. Algunos incluso, como mi buen amigo Abdul Karim, se han atrevido a internarse en la parte superior de las mismas, por encima de "la zona de la muerte", llevando cargas indispensables para la conquista de las montañas más altas y difíciles del macizo más abrupto, aterrador y fascinante.

Hace unos pocos días nuevamente han sabido escribir un emocionante renglón en la gran historia de la aventura en montaña. Un grupo de 36 porteadores baltíes, de las aldeas de Hushé y Machulo, han vencido las duras condiciones invernales para llegar al campo base del Broad Peak donde han dejado las cargas de nuestros compañeros. En el trayecto por el glaciar de Baltoro hemos tenido que hacer frente al frío que no dejaba superar el termómetro de los cero grados y por la noche caía más allá de los 20º bajo cero. Ha habido que derretir el agua necesaria para nuestro consumo, pues no había ni charcos ni ríos. Los últimos dos días tuvimos que abrir huella en la nieve fresca por encima de la rodilla y el último el viento gélido y la nieve no ha parado de azotarnos. Fueron ellos los que nos animaron a continuar, los que encontraron el paso por el laberinto de grietas en Concordia y los que vivieron la alegría de ser los primeros en llegar al campo base del Broad Peak.

Al regreso sólo nos preguntaron si estábamos contentos y si les podíamos dar por escrito que ellos habían participado en una expedición invernal. Por supuesto que lo estamos; sobre todo estamos orgullosos de haber compartido con ellos esta dura pero emocionante experiencia. Pase lo que pase en el Broad, subamos o no, (acabamos de montar el campo 1 a 5.900 metros con 30º bajo cero) no se nos olvidará nunca el papel que estos compañeros de aventuras desempeñaron en el Karakorum. Ellos también aman las montañas, son alpinistas. No es una cuestión de sentimentalismo, es cuestión de justicia.