La química también tiene su importancia en el fútbol. En ocasiones tanta como el orden, como la distribución adecuada del espacio y de las responsabilidades individuales. Hay mezclas imposibles, aunque en apariencia resulten fáciles, que acaban contaminando a todo un equipo. Son las famosas incompatibilidades y es lo que sucede en el Zaragoza con Aragón y Galca: una suma que acaba terminando en una resta y que, además, se lleva por delante a Soriano.

La razón del problema es simple. Flores se empeñó en traer al rumano y forzó todas las piezas para hacerle un sitio, pero la maquinaria no ha resistido. El equipo no ha vuelto a elevar la mirada y es ahora mismo un grupo sin personalidad, al que le resulta imposible gobernar un partido. Estaba cogido con alfileres y tenía muy pocas sujeciones, pero la principal, la que le daba sentido y claridad ha desaparecido. Aragón, la brújula que levantó al equipo hasta el liderato, no se entiende con Galca y anda perdido por un espacio para el que no necesita guía. Es como si a Santi le hubieran tapado un ojo. Ve la mitad y se desorienta.

De todas formas, Aragón piensa que el debate es exagerado: "Hay muchos futbolistas que pueden jugar en ese puesto. Galca aporta equilibrio y se le mira con lupa porque ha sido el único fichaje del mercado de invierno. Ha venido aquí para ayudar". Aragón tenía a su lado a Soriano, que es un futbolista limitado, pero sobrado de inteligencia y de condiciones. Ahora ha adelantado su posición unos metros y en la mediapunta no da las mismas prestaciones.

Así las cosas, la sociedad Aragón-Soriano era lo más potable del Zaragoza, pero Flores se empeñó en Galca y el triángulo que ha detenido el avance del equipo. Galca es un buen futbolista, pero su juego resulta intrascendente, porque no cruza el centro del campo. Cumple, pero la mezcla no es buena.