El elefante y el jaguar

El elefante y el jaguar

Parece Vicente del Bosque —gran entrenador como viene demostrando— hombre reposado y tranquilo, cachazudo, que diría un castizo. En el escribir de los antiguos fabulistas (digamos Tomás de Iriarte) esa manera de ser, noble, pausada y meditadora corresponde al elefante, a quien el antedicho llama en una de sus fábulas, el sabio elefante. En esa fábula, el elefante, con buenas maneras, censura las acciones que no le parecen bien en los demás seres de la jungla. En el Real Madrid, Del Bosque es el sabio elefante. Tiene suerte el Madrid de no tener un entrenador lince o peor aún oso montuno...

En este cónclave fabulístico ¿qué papel le cabe a Ronaldo, brillante jugador y siempre se ha dicho que joven caprichoso, amigo de ir a su bola, como va a su balón —a veces— con tanta maestría? Le correspondería ser el tigre, pero como en Sudámerica no los hay pondremos al jaguar. Espléndido felino, gran gatazo, el jaguar es un ser poderoso y bello, eficaz, inmisericorde en su oficio pero ¿quién pediría solidaridad al jaguar o compañerismo? No es su estilo. Esta fábula enseña que no hay que enfadarse por chascarrillos o boberías. El elefante cumple su menester —y lo hace pacíficamente— reconviniendo a los demás seres selváticos. Y el jaguar parece que cumple con el suyo regateando, tirando a puerta, metiendo goles maestros y enseñando, cuando conviene, los colmillos. Pero el jaguar tiene que meter goles, para que el elefante quede tan sólo en consejero benigno. Y aquí paz y después campo de fútbol.