La Real hace revivir la Liga

Primera | Real Sociedad 4 - Real Madrid 2

La Real hace revivir la Liga

La Real hace revivir la Liga

Jesús aguilera, amaia zabalo y aitor martín

Lección de fútbol. A los 34’ la Real ya ganaba 4-1. El Madrid, de pena. Kovacevic y Alonso, los mejores

Ayer se vio al Madrid con los rulos y la mascarilla de pepino, con la crema reafirmante de nalgas, la loción antiojeras, el ungüento contra la celulitis y el bálsamo de tigre que huele a ídem. Y con zapatillas de felpa con la cabeza de un conejo. Ayer se vio la versión más espeluznante, mundana y vulgar de esa belleza que llamamos Real Madrid, un prodigio maravilloso cuando le da la real gana. Y ayer no le dio. Y cuando el desinterés y la falta de concentración se topan con un enemigo serio, bueno y consciente, entonces, te meten cuatro, y no fueron más porque a los que metían les dio un poco de vergüenza, nunca se sabe dónde volveremos a vernos.

Y es que el Madrid, en la Liga, te abre la puerta en pijama. Para que se ponga, no digo ya una corbata, sino unos dockers, tiene que ocurrir que el rival llegue haciendo sombra, o un poco chulo, o que el partido se dé bien desde el principio. Y me dirán que con esquijama y todo lleva tres puntos de ventaja, lo que es inapelable. Pero que no se confíe. La Real es un firme candidato a ganar la Liga (una pizca más que el Depor, creo) y las opciones del Madrid, aún mayoría, se irán recortando si continúa su camino en la Champions.

Como suele ocurrir en estos casos, el partido tiene casi más excusas que explicaciones: el Madrid venía cansado de su exhibición contra el Manchester, el primer gol de la Real llegó a los tres minutos y cuando el Madrid redujo distancias (3-1), la Real anotó en la jugada siguiente.

Bien, pues todo esto, que es verdad, es mentira. El Madrid fue avasallado, víctima, a partes iguales, del rival, magnífico, y de su propia inoperancia, magnífica también. Véase. El primer gol fue consecuencia, primero, de una falta de atención de Figo y, después, de la falta de cintura de Hierro. Aranzabal se metió en la cocina y Kovacevic marcó a placer.

Lo que transcurrió hasta el segundo tanto fue una sucesión de oportunidades claras de la Real, que jugaba como lo ha hecho durante toda la temporada, no piensen en trucos sorpresa. Sin embargo, nadie en el Madrid propuso una sola solución a todos esos problemas archiconocidos, la velocidad por bandas, los centros a Kovacevic, la defensa muy adelantada. Eso de pensar que si nosotros jugamos como sabemos no tenemos rival sobre la tierra es una arrogancia que se paga cara.

A los 20 minutos De Pedro se la puso a Kovacevic, que lo remata todo, venga con lazo o con pinchos. Fue gol, el segundo. Doce minutos después, Rekarte penetró como quien entra en la sección de oportunidades, se la pasó a Nihat y el turco se coló aprovechando que nadie se acercaba. Fue gol, el tercero.

A estas alturas quedaba claro que no era el día de Zidane, que cuando no se encuentra es el primero que se refugia en la banda izquierda, para que no se le vea mucho. Tampoco era la tarde de Hierro, que se ha quedado para un tipo de partidos muy determinados, cuando hay que achicar balones de la olla, o cuando influyen sus cabezazos o su experiencia. Pero en choques como el de ayer, cuando hay que correr, Hierro es una rémora, es jugar con el ancla en la arena.

Pero nadie estuvo bien, ni los que nunca están ni los que suelen. Ronaldo, al menos, podrá decir que no le pasaron ni una, y de las dos que le rebañó una la convirtió en gol y otra casi. También se salvaron Casillas, por atrapar la única en la que no estuvo vendido, y Portillo y Guti, por el gol y los únicos pases en profundidad que se vieron en el Madrid. No incideremos en el problema que tiene el equipo con Flavio, que es antiguo.

La Real fue un ciclón, con unas cuantas cosas muy bien aprendidas, las esenciales. Lo tiene todo. Y lo que es más importante, lo tiene ordenado. Su juego sigue la secuencia lógica. Defensa aguerrida, un tipo inmenso que sabe sacar el balón con criterio (Xabi Alonso), dos bandas para recibirlo (De Pedro y Karpin) y dos delanteros para rematarlo (Kovacevic y Nihat) de diferentes modos. Y ya está. Y eso basta para ganar una Liga. No hace falta ser sofisticado.

Por cierto, Xabi Alonso le solucionaría al Madrid más problemas de los que acierta a imaginar (y dos por uno), ni Vieira, ni Beckham, ni el cantante de los Pecos. Alonso resolvió con un trallazo el único momento de duda que tuvo el partido, cuando el Madrid recortó distancias (3-1). Existen jugadores así, aunque a fuerza de no verlos se te olvida.

Otra historia. En la segunda parte, el baño no fue tanto, digamos que no tuvo espuma ni patito. Pero es que la Real no necesitaba más, ya era suficiente, y en ocasiones se siente cierta piedad de los equipos grandes cuando se les ve tirados en el suelo.

Pero lo más preocupante para el Madrid es que ni siquiera con el 4-1 en contra fue capaz de agobiar, de asediar, de creer en la remontada, de ser mínimamente épico. Tampoco fue bonito que dijera Del Bosque que reservó a Figo en la segunda mitad para el partido contra el Barcelona. Es como admitir que todo estaba perdido, y que lo sabían. Portillo maquilló el resultado con su precisión habitual y hasta Ronaldo se hizo sangre en la rodilla maltrecha, lo que nos hizo temer, pero ya menos que antes.

Hay Liga, y eso es bueno para el fútbol, que no se acaba. Hay quien dice que el Madrid también sacará provecho de la lección recibida, aunque es difícil saber cuánto le puede durar. Ya no habrá más choques directos entre los tres favoritos y decidirán los enfrentamientos con viejos enemigos y con equipos al borde del precipicio. El campeón de la mejor Liga del mundo debía pasar más apuros. No podía ser tan fácil. Ahora lo entiendo.