Alfonsito de Getafe

Alfonsito de Getafe

Dijo Alfonso (alguna vez, en alguna entrevista) que de haber sido torero ahora le llamarían Alfonsito de Getafe. Pues que se lo llamen, digo yo. Torero lo ha sido y lo es aunque no nos brinde las grandes tardes de antaño: por arte y, sobre todo, por las cornás que le ha dado su carrera deportiva. En las piernas y en el alma.

Aquella rotura en la rodilla con el Real Madrid, en el Camp Nou, fue como un pitón de 15 centímetros en la femoral poco después de tomar la alternativa. El Madrid siguió confiando en él, pero Lopera confió más. Se lo llevó, lo perdió y lo recuperó. Él llenaba Heliópolis de ilusiones, con 25 goles y el pichichi verdiblanco, con un subcampeonato de Copa pero, desgraciadamente, el Betis se desangró hasta bajar a Segunda y Alfonso, al que los pitones nunca habían respetado (se quedó sin ir a Francia 98), tenía que emigrar.

Ylo hizo. Al peor Barça de la historia, un equipo loco en el que no triunfaría ni el mejor Maradona de Nápoles. De allí, Alfonso volvió a salir corneado, pero con la oportunidad de volver a triunfar en la plaza que mejor le recuerda. Aunque sus castigadas rodillas le han vuelto a jugar una mala pasada, él no se resigna a cortarse la coleta. Vallecas, y lo que queda, serán las últimas reválidas para Alfonsito de Getafe. Por ahora.