Ni galaxia ni sangre

Primera | Recreativo 0 - Real Madrid 0

Ni galaxia ni sangre

Ni galaxia ni sangre

jesús aguilera, miguel vázquez y miguel ángel morenatti

El Madrid no disparó entre los palos en la segunda parte. El Recre le puso más alma y mereció empatar

Toda la capacidad de concentración, de ilusión, de pasión y de compromiso se resume en la rabona. La rabona es un buen ejemplo. Resume lo que fue el Real Madrid, un equipo absolutamente superficial, incapaz de mantener la atención más allá de 20 minutos. La rabona es un adorno, jamás un recurso. Se pueden meter goles de rabona, como se pueden meter con los glúteos, pero es inaceptable elegir esa opción cuando hay cosas en juego, una Liga, por ejemplo.

La rabona, esa forma de elegir la pirueta en lugar del paso firme, delata, a partes iguales, sentimiento de superioridad, egolatría galopante y menosprecio del rival. En la mejor ocasión que tuvo el Madrid, Tote, que es zurdo, decidió chutar de rabona en lugar de disparar con la pierna derecha, como hubiera sido natural, tal y como llegaba la pelota. No sé si de haber hecho lo que dicta la lógica hubiera sido gol. Es mucho decir que esas milésimas de segundo que perdió en acomodar el cuerpo propiciaron la llegada del defensa. Pero la rabona, como los penaltis de Panenka y los despejes del escorpión tipo Higuita incluyen un riesgo que ha de ser aceptado por aquellos que se atreven: si fallas eres tonto.

No empató el Madrid por la rabona, bien es cierto, pero no escapó a esa filosofía de si me sale, bien y si no, también. Tampoco estuvieron todos mal. Casillas salvó un par de goles (lo típico), Roberto Carlos estuvo brillante un buen rato y Morientes lo intentó de cualquier forma. Pero cuando no juegan los cracks son muchos los futbolistas que caen en un desánimo crónico, que se sienten desamparados; no ven la situación como una oportunidad para el lucimiento sino como un papelón, da la impresión de que desconfían los unos de los otros. No consigo desentrañar qué extraños complejos entran en juego.

Por todo eso al Recreativo no le hizo falta siquiera ser heroico para sacar un punto. Excepto en los primeros 20 minutos, en los que al Madrid le bastó la inercia de Roberto Carlos para ser superior (cuatro ocasiones medio claras), el resto del tiempo el partido fue un tuteo, un magreo cuando se desataban los ímpetus belicosos de algún jugador recreativista, véase Bermejo.

Pero si para el Recreativo fue un mérito y un orgullo ponerse a la altura del campeón de Europa, para el Madrid debería resultar un bochorno verse incapaz de derrotar a un equipo tan frágil, incluso en plena excitación. Sobre todo cuando la Liga está en juego, este partido era importante, no eran migajas.

En la segunda parte, el Madrid no disparó entre los tres palos, ni en el espacio aéreo de la portería. Tampoco sacó ni un córner. No ayudaron los cambios de Del Bosque, que prescindió de Morientes. Antes del partido el entrenador había sorprendido con la inclusión de Tote, un futbolista técnico (sabe hacer hasta rabonas), pero excesivamente lento. También optó el técnico por dar descanso a Helguera y por apostar por McManaman en la izquierda. La distancia entre los titulares y los suplentes profesionales es infinita (cuentan que sus sueldos no son muy distintos). Eso sí, que nadie se queje por no haber tenido oportunidades.

El Recre podrá presumir del empate a pesar de perder a Raúl Molina, su futbolista más afilado, por un encontronazo con Casillas. Tampoco encontró relevo en Xisco, que se lesionó nada más salir. Y pese a todo terminó con el partido controlado e insisto que no jugó el Recreativo el partido de su vida.

Además de las heridas morales, el Madrid se llevó otras penas de Huelva. Makelele se lesionó y es fácil que no juegue en Turín. No nos engañemos: el Madrid sólo luchará a muerte por la Liga si se queda sin la Champions. Sin embargo, aunque quiera, ya no está en su mano. El Deportivo es el nuevo líder y, al igual que la Real, carece de distracciones.

Se puede perder un partido y se puede perder una Liga. Es aceptable. Lo preocupante es no encontrar ni un rastro de épica en la derrota. Sólo una rabona.