El Tour está abierto

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El Tour está abierto

El Tour está abierto

Armstrong no fue tan fiero en el prólogo. Zubeldia, tercero, y Ullrich, le superaron en cinco segundos. Beloki sólo cedió dos. Aitor decepcionó.

Sin igualar ese maravilloso lenguaje del ahorro con el que Zülle explicó una de sus caídas en la Vuelta (agua-curva-culo-flores) lo que ayer ocurrió también podría resumirse en pocas palabras: no ganó Armstrong, la sublevación sigue en marcha, la moral intacta.

El vencedor y primer líder es Bradley McGee, un australiano que fue campeón del mundo en pista y que hereda la tradición de unos compatriotas (Phil Anderson a la cabeza) para los que hasta hace pocos años correr el Tour era igual de exótico que para nosotros enrolarnos en un arponero filipino.

Poco más hay que decir de McGee, salvo que se vio favorecido por un fallo mecánico de Millar, que al final quedó segundo por milésimas. Porque lo verdaderamente importante sucedió tras ellos. No ganó Armstrong, insisto, lo que anula por un día (quizá por una semana) su efecto intimidador, ese que hace que terminen por no atacarle no vaya a ser que se cabree. Pero si eso es importante, lo es más que en los tiempos del americano estuvieron todos sus rivales, desde Ullrich a Simoni, pasando por Beloki, que sólo perdió dos segundos. Sólo decepcionó Aitor González, que se juega en este Tour toda su credibilidad internacional y parte de la nacional (aún así, seguimos creyendo).

De entre los principales aspirantes, sólo uno superó a Armstrong, Ullrich, en cinco segundos. Sé que nos movemos en el mundo de lo simbólico y que mucho de lo que vemos puede no ser verdad. Pero como sea... El caso es que el alemán, con un físico un poco ronaldiano, recordó al mejor Ullrich, el único capaz de plantar cara al americano en campo abierto. Su regreso del averno, donde coqueteó con muchachas y sustancias psicotrópicas, nos hacen que iniciemos los papeleos para su adopción.

Beloki también dijo cosas. Y era importante que se expresara después del recado de Armstrong ("no hablo de él porque ya habla él bastante de sí mismo"). Esto es un poco la ley de los billares, si te dejas te comen y Beloki juega el papel del buen muchacho que un día se harta y forma la de San Quintín taco en mano.

Pero la mejor noticia para la revolución y para San Quintín es el número de revolucionarios. Simoni sólo cedió siete segundos con Armstrong, lo que hace pensar que ha venido con el cuchillo entre los dientes. Botero estuvo en el tiempo de Beloki y Mayo dentro de lo razonable. Incluso Hamilton superó a su ex jefe.

Pero el prólogo dejó más cosas que la primera lucha entre los favoritos. Haimar Zubeldia, por ejemplo, fue protagonista hasta el último suspiro, pues su tiempo no fue superado hasta entonces y tan sólo por dos segundos y por dos corredores. A Zubeldia, como le sucedió a otros (pienso en Olano), un día le compararon con Indurain y fue como si le pegaran un tiro. Tipo alto y espigado, se exhibió en la Dauphiné del 2000 y parecía que el mundo sería suyo. Tal vez, recuperado del disparo, haya vuelto ahora, justo cuando todos miramos a Iban Mayo.

Las bonificaciones. Otro de los españoles destacados fue Óscar Freire, que gracias a su buen tiempo (a 18 segundos de McGee y mejor que cualquier sprinter) podría hoy entrar en la lucha por el maillot amarillo. No olvidemos que hay 20 segundos de bonificación para el ganador de etapa. Por cierto, Freire, que es muy bueno, podría ser muchísimo mejor, y hablo de carreras largas y cosas así. Me recuerda a Helguera. Pero es otra historia.

En la historia que nos ocupa el asunto parece prometedor. Cierto que estamos en el prólogo, que es como entrar en la discoteca, cuando todo parece posible. Pero nos han dejado pasar, no nos han mirado los calcetines y no hemos llegado dos minutos tarde (Perico’s world).

Ahora, mientras Freire gana etapas y se pone de amarillo, el resto de los nuestros y de los adoptados deben preocuparse por no verse enredados en las montoneras. Esta semana será así, tal vez alguna fuga repleta de kelmes, quizá un arranque insurrecto de Aitor (yo sigo creyendo).

Hoy se saldrá desde el mismo lugar que partió el primer Tour, hace cien años, con un pequeño pelotón lleno de aventureros bigotudos. Ya saben que tiene que cambiar todo para que no cambie absolutamente nada. Bienvenidos al Tour. Y a la revolución.