Sólo un valiente

Ciclismo | Tour 2003

Sólo un valiente

Sólo un valiente

Virenque, después de 185 km escapado, ganó la etapa y el maillot amarillo. Nadie se atrevió con Armstrong. Simoni, Botero, Casero y Aitor, eliminados.

Como al americano no hay quien le tosa, no tosen. Como no se puede hacer nada, no hacen nada. Y como su equipo es un tren, pues se suben. Y llegan cuarenta a meta, todos con un buen motivo, todos satisfechos, guardando celosos su parcela de nada. No es ni siquiera una actitud espontánea: es un complejo inculcado por algunos directores demasiado científicos para apostar por lo incierto. Hay tanta matemática, tanto pulsómetro y tanto pinganillo que se han quedado sin pájaras, pero también sin huevos. Y el ciclismo sin épica es el Scalextric.

Ayer ganó Virenque, de 33 años, aunque parece eterno, porque nos ha dado tiempo a odiarle y a amarle, casi con la misma fuerza. Pertenece a otra época, a la de Indurain, más en concreto a la de sus enemigos rebeldes, los que morían matando y morían más que mataban. Virenque se escapó ayer cuando faltaban 185 kilómetros para la meta. Lo hizo a riesgo de desfallecer, como les sucedió al resto de los fugados que se fue encontrando por el camino. Uno de ellos, Manzano (Kelme) resultó fulminado por un golpe de calor. Otro, Bettini, se hundió en el último puerto cuando ya se imaginaba de amarillo. Virenque resistió, porque sabe dónde hay gloria.

US Postal imponía en el puerto de Ramaz un ritmo alegre (ma non troppo), suficiente para descolgar a Simoni, Botero, Aitor González y Casero, todos ellos ciclistas que nos invitaron a creer y no aparecieron. La próxima vez que inviten no apareceremos. Así se esfuman las historias de amor.

Sólo Vinokourov probó al grupo de favoritos. Primero demarró y luego se desparramó. Pero nadie fue tras él. Y eso que Armstrong no tenía cara de ir muy cómodo (ya sé que se ríen, pero no me importa). Si reservó fuerzas es la primera vez que lo ha hecho y si no las tenía nunca lo sabremos (bueno, lo sabremos hoy). En cualquier caso fue más noticia que no atacara él a que no lo hiciera el resto, en su mayoría boy-scouts.

Virenque cruzó la meta poniendo caritas (nadie gana como él) y lo hizo con la ventaja suficiente como para vestirse de amarillo, doce años después de la primera vez. También encabeza la clasificación de la montaña, que ya ha ganado en cinco ocasiones, sólo una menos que Bahamontes y Van Impe. Curiosamente, Mercado peleó por esta clasificación en los dos últimos puertos, quién sabe si por orden de su director, por iniciativa propia o, lo que parece más probable, por efecto del calor reinante. Para ganar a Virenque en este apartado necesitaría matarlo, y no es plan.

El Galibier será decisivo

Después del combate nulo de ayer, hoy se espera la madre de todas las batallas (incluso la abuela) en las subidas al Galibier y al Alpe d’Huez. Esta fue la coartada de todos los que no se movieron. Así de sensatos le gustan a Armstrong, que hoy planea el asalto.

Pero quien decida ser valiente tiene una oportunidad: el terrorífico Galibier, donde Iban Mayo descolgó al mismísimo Armstrong hace un mes. Sólo con una sucesión de ataques en ese puerto legendario se podría cambiar la historia. No hay mejor sitio para ganar, pero tampoco para perder. No hay lugar con más gloria. No hay gloria en el podio, que ha de ser un consuelo, no un objetivo, ni en la clasificación por equipos, ni hay gloria en subir a rueda. Es hora de liberarse de los prejuicios (incluido el pinganillo) e intentarlo. Si sale bien eres el rey; sino un valiente, que tampoco está mal.