Mayo se destapa

Ciclismo | Tour

Mayo se destapa

Mayo se destapa

Se exhibió en Alpe d’Huez y ya es tercero en la general. Beloki atacó cinco veces a Armstrong, que resistió y es el nuevo líder. Pero ya no es el de antes.

Hay Tour. Y hay esperanza. Por primera vez en los últimos cuatro años la realidad se confunde con nuestros deseos: podemos ganar. Iban Mayo está en situación de hacerlo. Y Beloki también. No hablo de favoritos, por favor, sino de aspirantes y también sé que el empeño es terriblemente difícil y que obligará a proezas extraordinarias. Pero por primera vez en cuatro años es posible luchar contra Armstrong mirándole a la cara. Ya no será necesario que le parta un rayo o que sea abducido por los extraterrestres (aunque ayudaría). Superado el temible Alpe d’Huez, Mayo y Beloki están vivos y valientes. Y tras ellos hay más gente, muchos, la revolución entera.

Cuando todo parecía perdido, la ilusión y el valor, después de subir a tren el Galibier, las primeras rampas del Alpe d’Huez se afrontaron con la sensación del destino cruel. Sin embargo, empezaron a suceder cosas diferentes. El primero en atacar a Armstrong fue, curiosamente, su compañero Beltrán, que no es que endureciera la subida, sino que la dinamitó con un sprint salvaje que duró un kilómetro. Exceso de celo o pecado de amor. El resultado fue un destrozo inmenso, un reguero de víctimas, incluido Beloki.

Pero los siguientes relevistas, Rubiera y Heras, más comedidos, permitieron que fueran entrando ciclistas rezagados, entre ellos Beloki, que al poco de llegar debió ver algo. Y atacó. Fue una explosión, la suya y la que hizo sentir. Porque abrió hueco y sobre todo porque Armstrong no salió a por él. No pudo. Beloki llegó a tener doce segundos de ventaja, pero terminó capturado.

Justo en ese momento, saltó Iban Mayo, el ciclista que tuvo a Armstrong contra las cuerdas en el Dauphiné, el único que le puede dejar de rueda en la montaña. Se puede decir que voló, no es exagerado. Es muy probable que Mayo viviera ayer ese día que a la mayoría nunca les llega y que convierte a los buenos ciclistas en campeones excepcionales. Lo tiene todo, incluidos 25 años.

Ataques. Por detrás, no había paz, era guerra. Beloki, inmenso, lo volvía intentar, pero Armstrong respondía. Luego era Hamilton quien saltaba y después Vinokourov, el único que tuvo éxito. El americano no se hubiera sometido a esa tortura, si no fuera porque no tenía fuerzas para más. Porque volvió a atacar Beloki, que lo hizo hasta cinco veces, desafiante. Y otras tantas lo probó Hamilton, heroico, con la clavícula forrada de vendas.

Mayo perdió algunos segundos por festejar en la última recta su grandísimo triunfo. Debe ser difícil asumir el asalto total al Tour, como echarse un gigante al hombro, pero, llegados a este punto, no le quedará más remedio que decidir ahora qué es lo que quiere ser de mayor.

El grupo de Armstrong, Beloki y Hamilton llegó a 2:12. Con ellos estaba Zubeldia, el tapado, que subió sobradísimo. Y también Basso, Laiseka y el increíble Mancebo: retorcido, sí, pero rendido, nunca. Ullrich salvó el tipo y sólo cedió 3:36. También vive.

Armstrong no sentenció el Tour, como esperaba la mayoría. Es cierto que hay una contrarreloj de 47 kilómetros el próximo viernes, pero también lo es que restan tres durísimas jornadas pirenaicas al filo de la última semana, cuando la respuesta del organismo es más incierta. Su estado de forma puede mejorar, pero no sería lo normal.

Hoy, en la despedida de los Alpes, también hay terreno para hacer daño, ya que se trata de una etapa muy difícil de controlar por el líder. Ahora ya no se puede parar. Dicen que los amores platónicos son pistolas cargadas y esta se nos ha disparado.