Presente y futuro

Ciclismo | 21ª etapa

Presente y futuro

Presente y futuro

jesús rubio

Roberto Heras se proclamó en Madrid vencedor de la Vuelta, escoltado por el futuro del ciclismo español. Petacchi logró en Madrid su quinto triunfo

Cada que vez que pienso en el final de algo, ya sea ligero o profundo, me viene a la cabeza el último capítulo de Verano Azul, no se me ocurre nada más triste que aquella lluvia sobre el paseo marítimo con el cadáver de Chanquete todavía caliente, de cuyo barco no nos iban a mover y nos movieron. En eso pienso ahora que toca despedir la Vuelta. Quizá porque su final coincide con el final del verano y las borrascas atacan por todos lados y tras ellas los jerseys que pican.

La Vuelta dijo adiós como suele: etapa absurdamente larga, fiesta de fin de curso, las cabriolas sobre la bici y las bromas habituales. Entre estas últimas destacó la de Nozal, suponiendo que lo fuera. En plena fiesta y buen rollo, qué tal la familia, mi novia no me habla desde que salí en pelotas, Nozal se escapó del pelotón. Nadie le dio mayor importancia, porque todos pensaron que preparaba algo, quizá una pirueta o una colleja a un motorista, vistas las buenas relaciones de su equipo con el gremio. Pero no, Nozal abría camino.

Heras, estupefacto, preguntó a Igor, que le confesó que no tenía la más remota idea de lo que estaba pasando, que no eran órdenes de equipo, serán cosas del chaval. El caso es que cuando US Postal se puso por fin a tirar, Nozal se detuvo en una rotonda para efectuar una micción junto a un quitamiedos, lo que compuso una estampa cargada de simbolismo. Eso sí, gracia no tuvo ninguna.

El desenlace. La última jornada también sirvió para confirmar la bendita ambición de Valverde, que le disputó las metas volantes a Zabel en busca del maillot de los puntos. Lógicamente, no tuvo nada que hacer, pero el intento es reconfortante.

La victoria en Madrid fue, como no podía ser de otra manera en una llegada al sprint, para Petacchi, que logró su quinto triunfo, seis en el Giro y cuatro en el Tour. Gallardón le entregó una copa inmensa y le dijo algo al oído, seguramente que por favor no se subiera a la Cibeles.

La escena en el podio resultó entrañable. Nozal le dio un abrazo a Heras que por poco lo descoyunta. Pese al riesgo fue un gesto muy deportivo y muy sincero porque en el fondo se ha quitado un peso de encima. Por allí circularon también la ministra Del Castillo y el Marichalar motonáutico, menos mal que puso orden la azafata morena, que ha llegado tremenda a la última semana.

Es curioso, la Vuelta que imaginamos más intrascendente nos ha dejado la impresión de que ya nada volverá a ser igual. No veremos más al Banesto y a la ONCE, lo que hará que a partir de ahora seamos de los ciclistas y no de los equipos. La generación post Indurain, todos en la treintena, agota sus oportunidades, pero el relevo ya está preparado. Son chicos descarados, sin memoria, jóvenes que no recuerdan a Indurain y que no vieron Verano Azul, tipos que ven un chanquete y, en lugar de llorar, se lo comen.