La leyenda que tumbó a Luis Folledo

Laszlo Papp Según Vicente Carreño

La leyenda que tumbó a Luis Folledo

La leyenda que tumbó a Luis Folledo

Laszlo Papp, leyenda del boxeo, oro en tres Juegos Olímpicos, campeón imbatido, el hombre que tumbó a Luis Folledo, falleció ayer en Budapest. Tenía 77 años.

Laszlo Papp, el zurdo temible, peleador espectacular, está indisolublemente unido en España al nombre de Luis Folledo, el ídolo del boxeo español de los años sesenta. Laszlo llegó a Madrid en 1963 y demostró que la mandíbula del gran Luis era de cristal. Laszlo tenía entonces 36 años —había nacido el 25 de marzo de 1926 en Budapest—. Era campeón de Europa y un ídolo mundial.

El Gobierno comunista de Hungría le había concedido en 1957 un permiso especial para que pelease como profesional y así presumir ante el mundo de su campeón. Papp había asombrado durante tres Juegos Olímpicos: Londres (1948), Helsinki (1952) y Melbourne (1956). Era único y casi invencible. Un deportista ejemplar, que vivía sólo para el boxeo. "Mi mujer es extraordinaria y siempre me ayudó a hacer una vida ordenada", contaba siempre. Disputó trescientos combates como aficionado, de los que sólo perdió doce. Nada le quedaba por hacer como amateur. Europa también se le quedó pequeña en un par de años como profesional. En 1964 llevaba 29 peleas, con 27 victorias y dos nulos. Ya sólo le quedaba conquistar EE UU. Allí estaban Dick Tiger, y Joey Girardello y el título mundial. Y entonces se acabó. Le ordenaron retirarse.

El propio Laszlo nos lo contó en un Congreso del Consejo Mundial después de que le reconocieran como el ‘mejor boxeador profesional y aficionado de los medios’. "Yo tenía 38, acababa de retener el europeo ante el inglés Mick Leahy. Estaba feliz. Me llamaron para reunirme con el responsable del deporte en Hungría. "Usted, Laszlo no peleará nunca más". Pedí explicaciones y sólo escuché una respuesta: `Debe retirarse del boxeo, Laszlo". No entendieron que ya tenía al alcance de sus puños su última meta: el título del mundo, su gran sueño. El régimen comunista de Hungría no quería que su gloria nacional acabase en los rings yanquis. Y Laszlo acató la orden. No volvió a pelear nunca más. Se dedicó a formar boxeadores en la selección amateur húngara. Le vimos en muchas competiciones, acodado en las cuerdas, con su perpetuo bigotito que se fue haciendo blanco. Siempre que venía a España hablábamos de Luis Folledo: "Un buen deportista y un hombre simpático". Papp era una leyenda.