Concilio de secretarios de Estado para el Deporte

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Concilio de secretarios de Estado para el Deporte

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felipe sevillano

Reunión de los 9 que han ocupado el cargo

Se admiten consejos, fue una de las primeras cosas que Jaime Lissavetzky, actual secretario de Estado para el Deporte, solicitó a sus ocho invitados, todos ellos antecesores en el cargo. Los nueve se sentaron a una mesa redonda y compartieron experiencias, además de un almuerzo en la sede del Consejo Superior de Deportes, casa en la que todos ellos trabajaron en algún momento.

Era una invitación informal por parte de Lissavetzky, a la que hubo respuesta unánime de los hombres que a lo largo de la democracia han llevado las riendas del deporte español. Nunca antes habían coincidido juntos. Son, por este orden, Jesús Hermida (UCD), Romá Cuyás, Javier Gómez-Navarro y Rafael Cortés Elvira (todos ellos por el PSOE), Pedro Antonio Martín Marín, Santiago Fisas, Francisco Villar y Juan Antonio Gómez-Angulo (los cuatro del PP) y Jaime Lissavetzky (PSOE, nuevamente).

En términos deportivos: empate entre los dos grandes partidos, con cuatro secretarios de Estado para cada uno, pero victoria temporal para los socialistas, que mandaron en el deporte desde 1982 a 1996. El PP, en la primera legislatura, utilizó a tres secretarios de Estado: Pedro Antonio Martín Marín, Santiago Fisas y Francisco Villar.

El que más duró en el cargo fue Javier Gómez-Navarro, uno de los padres de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y responsable, por tanto, de aquel enorme éxito deportivo y social. El hombre que iba a ser posteriormente ministro de Comercio fue nombrado el 9 de enero de 1987 y cesó el 20 de julio de 1993, dejando el cargo a su lugarteniente, Rafael Cortés Elvira.

En el polo apuesto, el más breve en el cargo ha sido Santiago Fisas, cuyo mandato se extendió sólo desde el 17 de julio de 1998 al 22 de enero de 1999. Dejó su puesto a Francisco Villar, un hombre de Mariano Rajoy, nombrado entonces ministro de Cultura.

La reunión de ayer transcurrió en medio de la cordialidad. De ella salió el propósito de repetirla una vez al año y, en todo caso, después de Atenas.