El Guerrouj conquista el oro y Estévez concluye séptimo

Atenas 2004 | Atletismo - 1.500

El Guerrouj conquista el oro y Estévez concluye séptimo

El keniata Bernard Lagat y el portugués Rui Silva acompañarán a El Guerrouj en el podio.

Arropado por la bandera de su país, el marroquí Hicham El Guerrouj, uno de los atletas más célebres del último decenio, celebró la culminación de su particular idilio con los Juegos con una anhelada y merecida medalla de oro, que ni siquiera el empuje de Lagat le pudo arrebatar.

El Guerrouj, que afrontaba la cita olímpica en una posición más débil que nunca, saldó viejas cuentas con los Juegos y se colgó el metal más preciado con el que redondea una trayectoria única, de múltiples éxitos, pero salpicada con dos 'desgracias' olímpicas, la caída en Atlanta y la derrota en Sydney.

Estévez, mal final

En un segundo plano, Reyes Estévez hacía su carrera, con la esperanza de recuperar los éxitos de Fermín Cacho. El barcelonés, un atleta de mucha calidad, pero sin el brillo de los campeones, había exhibido potencial en las series para hacer soñar con una medalla, pero esas ilusiones tornaron frustración cuando Estévez afrontó la recta final, sin fuerzas, y lejos de los mejores, séptimo.

Delante suya, cuando ya le había superado el portugués Rui Costa, a la postre tercero, Estévez veía el duelo soñado. Un esfuerzo titánico en 60 metros de dos superclases, Lagat y El Guerrouj. El keniata le recordaba al marroquí la figura de Noah Ngeny, su verdugo en Sydney cuando llegaba invicto tras cuatro años.

Durante unos instantes, incluso, Lagat se permitió mirar por detrás al campeón mundial. Parecía un nuevo fracaso de El Guerrouj, dominador de la distancia, pero sin corona olímpica, una vez más. Sin embargo, empujado por los hados del olimpismo, en la cuna misma de este evento, El Guerrouj no quiso rendirse, recobró el impulso y en el último suspiro superó al africano para alcanzar la gloria olímpica.

Tras cruzar la línea de meta, el marroquí se arrodilló e invocó al cielo en señal de agradecimiento, antes de comenzar a llorar en el hombro de Lagat, que le vino a felicitar. Sus lágrimas, hoy sí de alegría, duraron unos minutos, antes de agarrar una bandera marroquí y dejarse llevar por la alegría, bailando al son de la música tradicional griega.

El Guerrouj había prometido a su hija, Hiba, de apenas unos meses, que iba a llevar a casa el ansiado oro y acabar con su pesadilla olímpica. "Los últimos metros no dejé a Lagat que me superara. Estaba tan desesperado por ganar el oro por mi hija, que tenía que aguantar de esa forma, tal era el deseo y desesperación mías por ganar", dijo el marroquí.