Agassi fue el más duro

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Agassi fue el más duro

Agassi fue el más duro

felipe sevillano

Superó a un gran Robredo para meterse en semifinales

Cuando aquéllo acabó, cuando el último remate de Agassi, rotundo y seco, besó una esquina donde Robredo no podía llegar ni ningún juez anular el golpe, David Beckham aplaudió, Ion Tiriac se levantó de la escalinata donde había estado mordiéndose las uñas, y algunas verdades asomaron entre la emoción frustrada. La primera: pocos comprenderían que el actual Robredo no fuera designado para los individuales de la final de la Copa Davis. Dura decisión, como pagar impuestos, dice el mismo Agassi. Y la clave de lo que pasó fue que, al fin, Robredo es humano.

Tommy ganó el primer set y voló a un nivel inhumano hasta el tercer juego del segundo set, cuando no supo convertir seis bolas de break sobre el saque de Agassi, que siempre operó como el ágil ser humano que es. En ese juego, Agassi necesitó cinco ventajas, 22 puntos y 16 minutos para cerrar el 2-1. La pérdida del juego, que había empezado con 0-40 para Robredo, aplastó a Tommy. Robredo, que había jugado el mejor tenis de su carrera, se desgastó. No volvió a ser el mismo jugador. Su rehumanización e inmersión en el pantano del desgaste, le costó 11 de los siguientes 15 juegos. Y con ellos, el partido.

Robredo había anunciado que intentaría sorprender a Agassi, no correr en el ritmo feroz de aceleraciones anticipadas que impone Andre. Y aprovechando un pequeño marasmo de Agassi, Tommy se quitó los guantes y agredió con reveses paralelos, sprints supersónicos y restos como cohetes. Agassi podía haber mandado en el primer set por 4-0. Pero de súbito y tras un par de dudas, perdió su primer servicio del Masters y se vio 2-2, a solas con las carreras, los ataques y los golpes imposibles de Robredo.

Punzar.

Hubo un momento en que Robredo aventajaba en golpes ganadores a Agassi por 22-3: a Agassi. Pero, tras ceder un set point con 6-5, Tommy necesitó la muerte súbita para liquidar la primera manga que Agassi perdía en el torneo. Con su mejor tenis, Robredo, había necesitado 54 minutos y casi todas sus reservas para punzar la armadura del campeonísimo Agassi.

Escribimos punzar, no destruir. En el calor de la noche madrileña, el Rockódromo se había llenado: la curiosidad movida por el instinto de la multitud, movida a su vez por una remota esperanza. ¿Podría abatir Tommy al viejo maestro? Estaba a mitad de camino en un viaje como de la Tierra a la Luna. Tommy se había portado como algo más que un hombre hasta ese tercer juego del segundo set. Cuando el privilegiado sistema nervioso de Agassi le guió a través de los 22 puntos y las seis ventajas de Robredo, un flash depredador enrojeció los ojos de Agassi.

Andre había olido sangre. La fatiga desintegró el saque de Robredo, que hasta ahí se había parecido al de un pitcher de béisbol. En el segundo set, Tommy iba a servir el 28% de primeros saques: ante Agassi, eso es harakiri. Agassi se preocupaba por las modelos-recogepelotas, hablaba con su entrenador, Cahill, y miraba de reojo a Beckham. ¿Serán esos sus niños? ¿Dónde estará Victoria...?, parecía preguntarse Andre. Parecía: porque seguía a su ritmo, descargando su arsenal. Restos ganadores, saques endemoniados, latigazos pesados.

Era el mismo juego del primer set, pero Robredo sí que no era el mismo. En los últimos 15 juegos de un gran partido, Tommy fue un mero ser humano. Y se inclinó ante. Todos podían intuir que, por tenis y neuronas, Agassi era el ser humano más perfecto en el Rockódromo. Pero,a los ojos asombrados de Tommy Robredo y David Beckham, Andre también fue el más duro.