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Tenis | Masters Series de Madrid

Marat reina en Madrid

Safin barre a Nalbandián y confirma su resurrección en la élite

Actualizado a
Marat Safin celebra la victoria con las modelos.

El secreto de una demolición se halla en una extraña pareja compuesta por un bon vivant gurú sueco y un extraño preparador polaco con residencia en Las Vegas y ciudadanía estadounidense. Peter Lundgren y Walt Landers han refinado, calibrado y ajustado hasta el último tornillo de Marat Safin.

Y en Safin, Lundgren y Landers han elaborado, uno, el heredero directo de Agassi en el trono real y sentimental del Masters. Y dos, la mayor amenaza viviente para Roger Federer.

Demolición fue lo que hizo Safin con el péndulo milimétrico de Nalbandián, cuyo sentido del tacto y peloteo rítmico se fueron a paseo, desintegrados en mucho menos de dos horas. Con 3-0 para Safin, a comienzos del tercer set, nadie dudaba de que el Masters estaba resuelto. Pero había un dato escalofriante. A esas alturas, Nalbandián llevaba 0/0 en subidas a la red. Cero de cero. Sencillamente, el argentino, acorralado dos o tres metros más allá de la línea de fondo por la artillería de Safin, no había podido acercarse a la red. Pero si es que Nalbandián apenas podía entrar en la pista...

Lundgren, sueco residente entre Suiza y Montecarlo desde sus buenos días junto a Federer, que le despidió amistosamente, opina que Safin jugó mejor ante Agassi. El propio Safin delata que lo pasó muy mal ante Feliciano López, en su debut en el Masters. En muchas bolas, Nalbandián se lo puso bastante fácil a Marat, apunta Lundgren.

Y el curioso tipo Landers, mitad trainer, mitad motivador, siempre a las órdenes de Lundgren, nació en Varsovia, pero se rebela: Mi ciudad es Las Vegas, allí poseo una vivienda en condominio. Soy ciudadano de los Estados Unidos de América, no polaco. Con Safin vamos trabajando torneo a torneo, porque él vive en Moscú. Le cogimos con sobrepeso, pero su talento y clase lo hacen todo fácil.

Safin, Rausa y Safina. Es cierto que Safin vive en Moscú, extendiendo a un triángulo la curiosidad de su relación con Lundgren y Landers. Allí, en Moscú, en las pistas del Spartak, su madre, Rausa Islanova, entrenadora, es una de esas pioneras que han hecho del tenis femenino ruso algo así como el Ejército Rojo, femenino y sin modelos.

¿Sin modelos?: Con cañones como Dementieva, Myskina (Rausa entrenó a las dos) o Dinara Safina, la hermana de Marat. Fue la misma Rausa la que aconsejó a Marat que se fuera a entrenarse a Valencia con Rafa Mensúa, cuando el chico tenía 14 años. En Valencia, Safin desarrolló un español parecido al de Sabonis y un juego similar al de los martillos neumáticos que agujerean el subsuelo de Moscú. Y creció hasta 1.94 o 1.95, qué se yo. Quizá el demolido Nalbandián lo sepa mejor.

Tras una travesía por el desierto de las lesiones y la inmadurez, el hijo de Rausa es ahora el hijo adoptivo del artista Lundgren, que le pone a Landers como niñera. Cuando el revés de Safin entra en acción, cruzado o paralelo, el punto es tan suyo como las calles de Moscú lo fueron de Stalin: acero. Acero templado por la dulce venganza de Lundgren: tiembla, Federer.

Marat Safin: "Empecé el año de número 89"

Lo más importante que siento cuando veo este triunfo y cómo estoy jugando ahora, es que me acuerdo de que empecé el año de número 89. Ese dato lo dice todo. La final fue más fácil de lo que pensaba. Nalbandián me respeta demasiado, quizá porque antes de entrar en la pista le había ganado cinco veces sobre cuatro. La experiencia y el oficio de Peter Lundgren me han ayudado mucho. Aquí sólo lo pasé mal el primer día, ante Feliciano López. En el tenis de hoy, cualquiera puede ganar a cualquiera.