Valverde es el heredero

Ciclismo | Tour 2005 - 10ª etapa

Valverde es el heredero

Valverde es el heredero

Batió a Armstrong al sprint y se consagró en una fabulosa etapa alpina. Mancebo estuvo enorme

No importa lo mucho que prometa un ciclista, ni las carreras que gane, da exactamente igual si cuando era pequeño los niños no querían enfrentarse a él porque siempre los ganaba; si corre Balaverde, nos vamos. Nada de eso cuenta. Sin el Tour, no hay existencia plena. Otros triunfos reciben el reconocimiento de los expertos y los grandes aficionados e incluso hay una corriente de eruditos que reniegan del Tour por su capacidad para engullirlo todo, no sólo hay ciclismo en julio, dicen, hay clásicas, infiernos del norte, hay otros mundos que no están en ese.

Sin embargo, para el gran público, para el que no suele mirar, para el que sólo interrumpe la siesta por un buen motivo, el Tour es el único motivo posible. Tal vez porque se disputa en Francia y porque nos ofrece su conquista palmo a palmo, o quizá porque permanece en el inconsciente colectivo la leyenda de una carrera que fue primero inaccesible y luego nuestra cada quince años y, por fin, nuestra del todo, o eso creímos.

Alejandro Valverde Belmonte, 25 años y nombre de torero, dio ayer significado a todos sus éxitos, a su fabulosa proyección, al rumor que lo anunciaba como un corredor extraordinario, completísimo, formidable sprinter y escalador competente, un ganador implacable. Todo muy bonito, sí, pero insuficiente. Para muchos seguía siendo una herejía llamarlo "campeón", compararlo con Hinault. Faltaba el Tour. Faltaba. Ahora ya no falta nada, casi nada.

La victoria de Valverde en Courchevel acumuló todos los valores posibles. No estuvo favorecida por una escapada o por el anonimato o por la sorpresa, no. Se produjo después de un mano a mano con el mejor ciclista de la historia del Tour. No lo duden, Armstrong quiso ganar la etapa y no pudo. Del mismo modo que no tuvo fuerzas bastantes para desprenderse de Valverde, Mancebo y Rasmussen a pesar de intentarlo con media docena de latigazos.

Pero lo que nos descubrió sobre todo el triunfo de Valverde es su capacidad para superar las montañas del Tour, diferentes a las demás, largas y asesinas, probablemente el único examen que le quedaba por pasar y el obstáculo en el que se tropiezan dramáticamente ilustres nombres y contrastados escaladores, como Mayo o Heras, por citar algunos, pero hay mil, incluso equipos enteros (ver ONCE, Liberty, Sáiz). El Tour acepta y rechaza y nadie conoce bien las razones.

Prudencia... o no. Habrá quien prefiera no echar las campanas al vuelo: hoy mismo, camino de Briançon, el héroe podría hundirse, el Galibier es un monstruo. Muy cierto. Pero ni siquiera en ese caso lo dicho sería mentira y el futuro pintaría igual de brillante, porque el camino es conocido y la puerta ya está abierta. Pero no adelantemos acontecimientos y sigamos disfrutando, que hay argumentos y ciclista para soñar con todo. Con todo.

Dije héroe y hubo héroes. También lo fue Paco Mancebo y por extensión su equipo, el Illes Balears, más cerca que nunca del Banesto y el Reynolds, sus históricos antecesores, los equipos de Indurain y Perico.

Mancebo (sexto, décimo y séptimo en sus último Tours) es un ejemplo de valor y resistencia, el palestino que combate a pedradas contra los tanques, ya lo dije una vez, pero es que no para. Junto a Valverde, Mancebo se movió en el primer puerto, cuando ningún otro aspirante lo hizo, con el equipo de Ullrich a la expectativa o, más bien, sumiso hacia el matadero. Es increíble que después de seis Tours sigan respetando los guiones de Armstrong, su equipo dominador hasta la última subida.

En el último puerto, Mancebo supo aguantar el tipo y si al final tiró junto a su compañero fue porque ambas compartían enemigos con el americano, nada que objetar si no se convierte en costumbre. Porque llegados a este punto de entusiasmo, acaparadas todas las miradas de los que no suelen mirar, sólo cabe desafiar al rey e intentar derrocarlo, intentarlo al menos, con Valverde o con Mancebo, o con los dos si se tercia.

La escabechina que provocó Courchevel nos deja ante una carrera apasionante, distinta y todavía abierta. Los más insignes damnificados (Basso, Ullrich, Kloden, Vinokourov...) están obligados a atacar desesperadamente porque esta vez no acarician siquiera la amarga consolación del podio. Y eso es mucho talento desatado y en pie de guerra, más del que quisiera el líder. Hoy empezarán a disparar, no me cabe duda.

Cuando al cruzar la meta Armstrong buscó la mano de Valverde para estrecharla, no sólo le felicitó, también le señaló. Luego lo aclaró aún más ante la prensa y apuntó hacia él como su sucesor la próxima temporada. Ese es el plazo de tiempo contra el que hay que rebelarse. Puede ser ya. No importan las dudas de unos y la prudencia de otros. El Tour ya ha dicho sí.