La llama de Joe Louis aún arde en Arlington

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La llama de Joe Louis aún arde en Arlington

La llama de Joe Louis aún arde en Arlington

Ayer, en la Sección 7 A del Cementerio de Arlington, en Washington, D. C., bajo la Tumba del Soldado Desconocido, una ceremonia recordó los 25 años de la muerte de Joe Louis.

En realidad, Joe Louis Barrow, El Bombardero de Detroit, se sintió acabado el 26 de octubre de 1951, cuando los puños de hierro de Rocky Marciano le noquearon en el octavo asalto, en el viejo Madison Square Garden de Nueva York. Ahí, Joe Louis, descendiente de esclavos de las plantaciones de Alabama, dijo basta.

Su primer entierro llegó cuando se retiró, en diciembre del 51, tras el KO ante Marciano. "Los grandes deportistas siempre mueren dos veces; la primera es cuando se retiran", dijo Jackie Robinson, el primer beisbolista afroamericano en las Grandes Ligas.

La leyenda.

La fecha de la muerte real de Louis (Buckalew, Alabama, 1914) se sitúa en el 12 de abril de 1981, tras un infarto y acosado por deudas de impuestos. Pero el permiso para su entierro en el Cementerio Nacional de Arlington, junto a héroes y presidentes, tardó casi 10 días. Y allí en Arlington, bajo El Soldado Desconocido, se le enterró con honores militares, el 21 de abril del 81: el presidente Reagan concedió una excepción especial.

La leyenda de Louis merecía la Excepción Reagan, justo como la que el cadáver del asesinado Robert Kennedy tuvo en 1968 por parte de Lyndon Johnson. En los combates de Joe con Max Schmeling, en su célebre derrota de 1936 y en la revancha del 38, que ganó por KO en el primer asalto, se ventilaba el honor de Estados Unidos: el Bombardero criado en plantaciones, ante el mito de la propaganda nazi. Schmeling tendría que luchar contra esa etiqueta.

Luego vinieron la II Guerra Mundial, el reclutamiento de Louis para servicios especiales en un ejército segregado, y combates épicos: contra el barrilete pegador Tony Galento (que mandó a Louis al tapiz), Joe Walcott, el chileno Godoy (que besó al Bombardero en plena batalla) y Ezzard Charles, que en 1950 le arrebató el título mundial. Entre monumentos y recuerdos, la clase, la llama de Louis ardió hasta el 81.

Y nos dejó su frase más famosa, la que luego repetiría a Sonny Liston (al que ayudó en el rincón) para que el Oso Liston se la lanzara al joven Cassius Clay: "Puede correr, pero no podrá esconderse", dijo Louis en el 46 del veloz Billy Conn. Él tumbó a Conn en el octavo. Pero Clay sepultó a Liston. Ayer, en Arlington, su hijo Joe Barrow recordó al Bombardero. 25 años después, la llama no se extingue.