Victoria del tongo

Ciclismo | Tour de Francia

Victoria del tongo

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El Rabobank paró a Freire y favoreció el triunfo de Popovych

Esto es lo que pensamos: entre la sangre fría de Freire y la sangre caliente de Ballan tenía que haber un término medio. Y lo hubo: Popovych. Esto es lo que vimos: al quinto demarraje del ucranio, el impetuoso Ballan se hartó de perseguir y Freire permaneció a su rueda inmóvil, como si se negara a participar de un plan que no era el suyo, con la asombrosa frialdad de los jugadores de ajedrez que hacen caer su propio rey después de concluir que ya no hay solución posible, aunque queden muchas fichas y bastante tiempo. Por eso, mientras Popovych avanzaba hacia la meta bailando su bicicleta y respirando por la sonrisa, los dos de atrás caminaban como lo harían dos enemigos que hubieran perdido la misma guerra. El italiano movía la cabeza hacia los lados y Freire parecía justificarse recitando el manual del sprinter en el capítulo referente a escapadas de tres corredores.

Eso es lo que vimos y lo que pensamos, pero la realidad fue distinta. Freire no resultó víctima del manual, ni de su frialdad, ni siquiera de un error de cálculo. No. Lo detuvo el pinganillo, su director, Erik Breukink, hermoso ciclista que fue con la sangre de horchata de chufa. Su orden fue tan miserable como esta: que gane Popovych para que luego nos ayude el Discovery en la montaña.

Sé que no es la primera vez que se producen apaños así, pero jamás privan de la victoria a un triple campeón del mundo y nunca se agarran a una posibilidad tan remota como que un equipo que está hecho unos zorros (Discovery) pueda salvar a la formación con los mejores escaladores del Tour (Rasmussen y Boogerd). Digamos que en estos casos se suele comerciar con esfuerzo, no con triunfos. Eso es lo intolerable.

Conocido el tongo, ahora comprendemos mejor las palabras de Freire a Ballan, que debieron ser de consuelo, la vida es así muchacho, lo siento. Y también se entiende que, algo compungido, Freire cediera galantemente la segunda plaza a su compañero y despreciara la posibilidad de recortar puntos con McEwen por el maillot verde de la regularidad, del que le separan sólo 25 puntos. Por otro lado, es una lástima que Freire no se rebele ante un equipo que no es que no le ayude en los sprints, es que, cuando interviene, le impide ganarlos.

Ansiosos.

Aunque ya sin valor, una vez descubiertos los entresijos, la etapa fue notable, muy apropiada para vengadores, para víctimas de los Pirineos. Esa es la razón de que hubiera tantos afectados ansiosos por entrar en la escapada buena. Lo probaron, por ejemplo, Hincapié y Pereiro, pero la proximidad de Bennati y Hushovd, desbarató el intento. Fue en la neutralización de esos fugados cuando cuajó el motín definitivo: Popovych, Freire, Ballan y el francés Le Mevel, que, por ser 14 de julio (Fiesta Nacional en Francia), corría con un país detrás, demasiado peso. Seguramente por eso fue el primero en descolgarse.

Luego vino el papelón. Yaroslav Popovych (mejor joven del Tour en 2005) ganó gracias a Breukink y se metió de nuevo en la pelea por la general, ya que recortó cinco minutos y ahora es décimo a 4:16. Johan Bruyneel, director del Discovery Channel, se compraba una victoria para tapar el misterioso hundimiento del que fue durante siete años el flamante equipo de Lance Armstrong, huérfano ahora del fabuloso elixir que les inoculaba el heptacampeón. Me refiero al valor, naturalmente.