Ha llegado veterana a la Selección, pero Diana Sánchez (Socuéllamos, 1977) se siente en el mejor momento de su carrera "por expeciencia y por estado físico", y tras haber recorrido varias posiciones de juego, ahora actúa de receptora (1,81 metros) sin hacerle ascos "a actuar de líbero algún día. Entre un buen remate y sacar una bola imposible, esto último es más agradecido. La gente viene a ver ataque, pero la recepción es fundamental".

En realidad, a Diana no le importa a qué va la gente a las pistas del voleibol: "Unos vienen porque les gusta este juego, y otros a ver chicas. Sin embargo, a esos en la calle les damos miedo, y cuando vamos un equipo entero a una discoteca sólo los más lanzados se atreven a decirnos algo. Es que ven a diez chicas, todas de más de 1,80 metros, y a los hombres les da pánico".

Empezó a nadar a los dos años "porque todos los hermanos íbamos de cabeza a la piscina", decisión de los padres, y eso le ha servido para "sacar algún dinero en los veranos como socorrista", porque del voleibol vive al día: "Ahora es mi profesión. No me gusta plantearme el futuro, quizá por la incertidumbre que te entra". Eso sí, este verano perderá dinero si va a la Selección.

Socuéllamos, Benidorm, Ávila, Albacete, otra vez Benidorm, y de nuevo el Albacete. Ese es su recorrido. "Más vale lo conocido, y siempre en plantillas competitivas. El problema, que no tienes tiempo para asentarte". Y de ahí que no se vea "ni enamorada ni con pareja estable. No me desagrada el sexo sin amor. Es la opción más clara cuando haces deporte profesional".

Tiene claro que Maurizia Cacciatori cambió el voleibol español, "y ojalá vengan muchas más como ella. Atrajo la atención del público por el voleibol femenino". Hoy Diana tiene trabajo ante el Hotel Cantur en la Copa de la Reina.