Dicen que es usted un representante nato de la contra cultura, y resulta que llega a entrenarse en traje.

Es por una promesa. Se lo dije a los compañeros: si ganamos la Liga vengo una semana entera trajeado. Y como ganamos, lo cumplo.

Según su compatriota Sigurdsson (Ademar), es usted el deportista más influyente de Islandia.

No lo crea. Islandia es un país pequeño, pero ha dado grandes deportistas. Mi hermano juega al baloncesto (estuvo en el Pamesa), en el Barcelona está Gudjohnsen, y el fútbol es mucho más popular.

Da la impresión de que el fútbol, por jugarse al aire libre, no tendría que serlo tanto en su país. ¿Le gusta?

No sólo me gusta, sino que es mi reto para el futuro. Me quedan dos años más en el Ciudad Real, y cuando acabe me probaré como futbolista en un equipo medio de mi país. No quiero retirarme sin haberlo intentado. Al fin y al cabo yo jugué al fútbol hasta los veinte años, y luego, durante muchas temporadas, he practicado futbito tres o cuatro veces a la semana en los calentamientos de los equipos de balonmano.

¿Por qué dejó el fútbol por el balonmano?

Porque creo que el balonmano es lo que mejor sé hacer, y me ha permitido vivir muy bien. Pero tampoco quiero arrastrarme por las canchas, y aunque tengo dos años más de contrato en el Ciudad Real, si en el que viene no me siento bien, lo rescindo y se acabó.

Bromean sus compañeros acerca de que usted es un filósofo un tanto especial, que lo apunta todo en su diario inseparable.

Hoy no lo llevo, pero no es un diario al uso, porque más que anotar lo que me ocurre, lo que hago es plasmarlo en imágenes, más fáciles de retener. Creo que los deportistas de élite somos unos auténticos privilegiados si sabemos aprovechar nuestro tiempo libre. Y más si sabemos conformarnos con lo que tenemos. No siempre se consigue. Hay mucho comprador compulsivo.

¿Usted se conforma con lo que tiene?

Hace nueve años me compré un buen coche, que aún no me da problemas. Muchos intentan influirme para que lo cambie. ¡Pero si no lo necesito para qué voy a cambiar! Tengo una buena casa y estamos contentos; mi familia no necesita más para ser feliz.

¿Es cierto que todos los islandeses son familia?

Eso se dice, pero no sería bueno para nosotros. Por los libros podemos encontrar a nuestros antepasados; yo encontré a uno de la octava generación que está en las leyendas: cuentan que puso su dedo encima de un volcán para evitar que se destruyese una ciudad. Estas cosas se las cuento por las noches a mis hijos, que les encantan nuestras sagas.

¿Por qué tiene tantos altibajos en su carácter?

Soy una persona que pasa con facilidad de la euforia a la depresión, aunque aparente que soy frío como un oso polar. Por ejemplo, me deprimí cuando apareció esa lesión galáctica a mitad de la temporada, cuando un día me levanté y no podía mover el hombro, sin que nadie encontrase una explicación. También me deprimo cuando veo que pasa el tiempo sin que haya aportado algo nuevo a mi vida.

Su final de temporada ha sido espectacular en un Ciudad Real que se ha tenido que conformar sólo con la Liga como gran premio.

Este es el mejor equipo en el que he estado como profesional, porque el Magdeburg (Alemania) era también muy bueno, pero tenía diez jugadores con experiencia y el resto jóvenes. En el Ciudad Real todos son primeras espadas, y es lógico que este equipo tenga altas aspiraciones en todo lo que dispute. Me gusta.