40 años sin Tom Simpson

Ciclismo | Tour de Francia

40 años sin Tom Simpson

40 años sin Tom Simpson

'put me back on my bike'

LA MUERTE DE SIMPSON I. El 13 de julio de 1967 el ciclista inglés falleció víctima del calor y las anfetaminas. Eduardo Castelló, el último en darle agua, y Julio Jiménez, el primero en coronar el Ventoux en esa etapa, recordarán mañana aquel trágico día

Si el ciclismo son historias, esta es una de ellas. De las imprescindibles. Mañana se cumplen 40 años de la muerte de Tom Simpson. Pocos hechos han conmocionado tanto al ciclismo y pocos acontecimientos permanecen tan vivos cuatro décadas después. Así se mide la importancia de aquel 13 de julio de 1967, Tour de Francia, etapa 13. Demasiados treces para que algo saliera bien.

Es difícil decir si Tom Simpson ha sido el mejor ciclista británico de siempre, pero no cabe duda de que fue el más carismático. En 1967, a los 29 años, era una de las estrellas del momento. Había vestido el maillot amarillo del Tour en 1961 y había ganado el Campeonato del Mundo de fondo en carretera en San Sebastián en 1965. Entre sus victorias se contaban algunas de las más prestigiosas: Flandes (1961), Milán-San Remo (1964), París-Niza (1967)...

Sin embargo, su verdadera obsesión era luchar por el Tour. Lo relata William Fotheringham en su libro Put me back on my bike, que reproduce en el título las que pudieron ser las últimas palabras de Simpson ("Súbeme otra vez a la bicicleta"). "Cuatro días antes de morir, Tom se confesó a Geoffrey Nicholson, del Guardian. 'Debo demostrar que soy un hombre Tour, que puedo ser peligroso No tengo más excusas".

Fracasos. Lo cierto es que, desde que fue líder en 1961, el Tour rechazaba a Simpson. En 1966 abandonó al caerse en el descenso del Galibier. En 1965 corrió debilitado por una infección y un año antes sufrió la solitaria. El único modo de obtener un buen contrato, quizá el último de su carrera, era hacer un "buen Tour", algo que Simpson evaluaba con precisión: "Eso significa terminar entre los tres primeros, vestir el maillot amarillo cinco o seis días o ganar un par de etapas de prestigio y acabar entre los diez mejores".

Su determinación era tan grande como su optimismo. Antes de viajar a Francia para el comienzo del Tour 67, Simpson dio la entrada de un Mercedes. Luego se despidió de su esposa en la estación de Gante: "Te veo en París... de amarillo".

Simpson tenía un plan, según relata Harry Hall, su mecánico de confianza: "Tom me dijo que quería ganar el Tour y que se fijaría dos o tres puntos donde atacar. El objetivo era llegar a la crono de la última etapa con menos de tres minutos perdidos. 'Si lo consigo, ganaré el Tour', me aseguró".

Esos puntos claves eran el Galibier, el Ventoux y el Puy de Dome. Pero las cosas se torcieron pronto. En el Galibier, sufrió una diarrea que le dejó a 8:20 del líder, Pingeon, que vivía de las rentas de una escapada. Pese a todo, su desventaja con los favoritos (Gimondi, Aimar, Julio Jiménez) no superaba los cuatro minutos.

Drama. La etapa del Mont Ventoux amaneció con un calor asfixiante. Simpson, que aún tenía secuelas de la diarrea, subió los once primeros kilómetros con los mejores, hasta que se descolgó. Minutos después zigzagueaba con la mirada perdida. Poco más tarde, a dos kilómetros de la cima, se cayó. "Yo le dije que el Tour había terminado para él -explica Hall- pero Tom insistió: 'No, no, levántame, levántame'. Lo hice y tras unos metros volvió a derrumbarse. Le sujetamos y le tendimos en la carretera. Tenía los pies atados a los rastrales y seguía agarrado al manillar. Cuando conseguí soltarle los dedos no pude evitarlo y pensé en el rigor mortis. Ahora sé que Tom murió sobre la bicicleta. Le hicimos el boca a boca y fue inútil. Luego lo intentó el médico de carrera, Pierre Dumas. Pero la cara de Tom ya era de cera, sin sudor".

Simpson fue trasladado en helicóptero hasta el hospital de Aviñón, donde ingresó cadáver. En su maillot se descubrieron dos botes vacíos de onidrina, una sustancia que excita el sistema nervioso e inhibe de la fatiga. Las mismas pastillas fueron encontradas en los coches de otros equipos. Era habitual mezclarlas con coñac. A partir del siguiente Tour se instauraron los análisis de orina.

Al año de morir, se levantó un monumento en la cuneta donde cayó Simpson. Acudió Helen, su viuda, y Barry Hoban, uno de sus gregarios. Ambos se casaron meses después. Pero esa es otra historia.