Joe Frazier dijo adiós

A las 23:20 horas del lunes en Center City, Filadelfia, ya las 05:20 horas del martes en España, Joe Frazier no respondió a la última campana del asalto definitivo. En el otro rincón le aguardaba un siniestro, infatigable campeón: el cáncer de hígado.

Poco después, Muhammad Ali, el hombre que esperó en vano la salida de Frazier para el asalto número 15 del Thrilla in Manila, lanzó un comunicado: "El mundo pierde a un gran campeón... siempre recordaré a Joe con respeto y admiración. Le envío mi cariño a su familia y sus seres queridos". Las luces se iban apagando a través de los Estados Unidos de América y las sombras de Manila se agitaban en el cerebro de Muhammad Ali. "Dios bendiga a Joe Frazier", fueron las últimas palabras de Ali sobre Joe, aquel sangriento día del diluvio de golpes feroces en el infierno tropical de Quezon City, Manila: 1 de octubre de 1975...

Y desde los años 70 del Siglo XX, las sombras de Manila iban despertando recuerdos: "Buenas noches, Joe Frazier. Te amo, querido amigo", escribió el emocionado George Foreman. "Don está demasiado devastado como para poder hablar", apuntó el portavoz del promotor-agitador Don King.

El final. Esta vez, y a los 67 años, no había escapatoria para Smokin Joe Frazier, el hijo número 12 de una familia de colonos pobres que plantaban algodón en Beaufort, South Carolina. La familia Frazier carecía de luz y agua corriente. Joe careció de infancia. Su padre había quedado manco del brazo izquierdo en un tiroteo. El joven Joe hizo todo lo que su padre no podía hacer con la mano que le faltaba... y de ahí salió uno de los ganchos de izquierda más famosos en la historia del boxeo. "Pega hasta que tus guantes echen humo" le aleccionaba su descubridor, Yancey Durham. Humo. Smokin...

Y esos guantes de Frazier humearon y derribaron muros humanos en Tokio y Nueva York. En Quezon City, Manila, el bombardeo se detuvo ante Ali: El Más Grande. "Dios bendiga a Joe Frazier". Lo tuvo que decir Muhammad Ali.