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BOXEO

Se fue 'Huracán' Carter, fuera de la cárcel pero sin corona

Estaba destinado a reinar en el medio tras derrotar a Griffith y Ellis, pero en 1966 fue acusado de matar a tres hombres por un jurado blanco. Caso de racismo reparado en 1985.

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Carter entre Washington y Holyfield el día del estreno de Huracán.

La historia del Huracán tuvo ayer su punto final. Rubin Carter, el púgil que sin llegar a reinar es mito, falleció en Toronto (Canadá) a los 76 años por un cáncer. Cuentan que se fue con la misma sonrisa que no consiguieron borrar 19 años de cárcel. “Esta es la historia del Huracán/el hombre al que acusaron de un crimen que no había cometido/al que metieron en una celda cuando podía haber sido campeón del mundo”.

La canción de Bob Dylan, con la que luego decenas de boxeadores han subido al ring, dio luz en 1975 al caso de un boxeador que estaba en la cárcel acusado de tres crímenes que no cometió.

Rubin Carter, hijo de la desesperación de los negros en un Estados Unidos marcado por el racismo en los sesenta, había noqueado en 1963 en el primer round a Emile Griffith, luego campeón del mundo en dos divisiones. En el 64, a Jimmy Ellis, que luego reinó en los pesados. Ese mismo año, perdió con polémica el Mundial del medio frente a Joey Giardello.

El chico de Paterson (New Jersey) que pasó por reformatorios y la cárcel, que sufrió la segregación en el ejército, se estaba labrando un nombre a golpes. Se paseaba en un coche blanco, entre blancos, por barrios donde no era bienvenido. Desafiante y poderoso.

Hasta que en junio de 1966, en el Lafayette Bar de Paterson, tres personas fueron asesinadas a tiros mientras él y su amigo John Artis estaban al otro lado de la ciudad. Alfred Bello, que acababa de robar en una casa cercana, dijo presionado por la Policía que fueron dos negros. Se necesitaban culpables. Patty Valentine, la camarera, no vio nada pero ratificó la declaración de Bello. Los dos detenidos fueron llevados al hospital y un herido dijo no reconocerlos.

Pero aun así un jurado de blancos decidió que Carter sí era culpable. Acababa su carrera para convertirse en un luchador por los derechos humanos. Se le juzgó en 1967, y en 1976 cuando por la presión de Dylan, la intervención de Muhammad Ali y de muchas personas que se interesaron por su caso, se forzó otra vista. Él siempre defendió su inocencia. Se rebeló y pasó años aislado. “No me iba a rendir. No era culpable y no iba a actuar como una persona culpable. No iba a vestir como un culpable”, contó.

Hasta 1985 no salió de su infierno. Entonces, en otra revisión, el juez decretó que la sentencia estaba basada “más en el racismo que en la razón”.

Denzel Washington le dio vida en el cine en 1999. El Huracán, que presidía desde 1995 la Asociación en Defensa de Condenados Erróneamente (ADWC en inglés), volvía a bufar. “Esta la historia del Huracán/no se acabará hasta que se limpie su nombre/y le devuelvan el tiempo que le robaron”. El tiempo no volvió. Pero Rubin Carter, a quien la injusta cárcel le impidió ser campeón mundial, sí se marchó limpio.