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NCAA

Jim Harbaugh ha llegado a Michigan haciendo milagros

El ex entrenador de los San Francisco 49ers ha convertido a la defensa de los Wolverines en uno de los mayores espectáculos del año.

Actualizado a
Jim Harbaugh en la banda de los Michigan Wolverines.
Rob CarrAFP

La personas más importante en un equipo de football es el entrenador. De eso tengo pocas dudas. Pero si esto es verdad en la NFL, y lo es, en la NCAA el asunto es ya de otra dimensión. Es, con mucho, la persona que define el éxito o el fracaso de una universidad, de un programa. Porque tienen todas las decisiones de la plantilla en sus manos, empezando por el proceso de reclutamiento; ahí han de convencer, personalmente, a muchachos y padres de que jueguen para él, y el carisma, la capacidad personal de liderazgo es esencial para ello; y luego porque los jugadores son chavales sin formar a los que hay que decirles lo que han de hacer y cómo de forma continua. No hay una competición en la que la mano del entrenador sea tan visible como en la NCAA football.

Pues bien, este año una de las grandes naves nodrizas históricas del tinglado, Michigan, apostó a todo o nada por un tal Jim Harbaugh. Os sonará porque estuvo cuatro años en los San Francisco 49ers llegando a jugar tres finales de la NFC y una Super Bowl cuando venían de no ser nada los últimos años. Los Wolverines, que así se apoda el equipo de Michigan, llevaba tanto tiempo siendo una nulidad, con Rich Rodríguez primero y Brady Hoke después como entrenadores, que tiro de chequera y consiguió a la gran estrella del mercado que, como es norma en esta competición, tenía estrechos lazos emocionales con la universidad: había jugado para ellos. Es, como se dice, su alma mater.

Además de su paso por la NFL, Harbaugh ya había dejado detalles de su inmensa calidad como entrenador en San Diego, primero, y en Stanford, después, cuando cogió a un programa siempre menor y comenzó a ganar a USC y demás pesos pesados de ls Pac-12 como si estuviese a su nivel. Luego consiguió poner a jugar en su equipo a Andrew Luck y, bueno, os imagináis el resto de la historia.

El caso es que a pesar de darse por supuesto que Harbaugh lo haría bien en Michigan, no era previsible que fuera tan pronto. Jim, el loco, ha cogido un equipo que era una calamidad y, sin sumar piezas, pues la clase de muchachos que ha reclutado no empezará a tener importancia en el equipo hasta dentro de uno o dos años, lo ha convertido en un grupo temible.

La defensa, en concreto, es como si hubieran abducido a los anteriores jugadores de los Wolverines y les hubiesen puesto unos ciborgs en sus cuerpos. Por fuera son los mismos pero, chico, es que no se parecen en nada.

Los dos últimos partidos de Michigan no sólo se han saldado con victorias, sino que han dejado a sus rivales en la bonita cifra de cero puntos anotados. Cero. Zero. Ought. Nada, Nothing. Van 4-1 en la temporada, siendo su derrota por tan sólo un TD, y con tres pérdidas de balón incluidas por parte del ataque, ante Utah que ha ganado de 40 puntos a Oregon.

Es, a falta de una palabra mejor, un milagro. El milagro de un gran entrenador enseñando a jugar a unos chavales. Este fin de semana se enfrentan a Northwestern, que va 5-0 y que también presenta una defensa extraordinaria. Entre este partido y los que se avecinan en el horizonte, sobre todo Michigan State y Ohio State, es probable que el año tenga más derrotas de las que Michigan, históricamente, toleraría. Pero es que que la Michigan del último lustro ha acostumbrado a sus seguidores a cosas como la del año pasado, con 5 victorias y 7 derrotas. Jim Harbaugh ha llegado para cambiar eso, pero lo está haciendo mucho antes de lo esperado, y de forma mucho más espectacular.

Viendo esto no cabe si no hacerse la pregunta obvia: ¿qué pensarán los seguidores de los San Francisco 49ers cuando ven jugar a los Michigan Wolverines? Me imagino que no es algo apto para menores ni para reproducir aquí.