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Los Bengals tienen que echar a Marvin Lewis ¡YA!

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Marvin Lewis debería de haber amanecido este domingo desempleado.

Mejor: debería de haber salido del Paul Brown Stadium la madrugada de ayer desempleado.

No digo eso por la derrota ante los Pittsburgh Steelers (16-18), la quinta seguida en cinco años seguidos de los Cincinnati Bengals en los Playoffs de la NFL. La séptima de Lewis como entrenador del equipo.

Es por como han perdido. Demencial. Vergonzoso. Estúpido. Surrealista. Difícil encontrar un adjetivo que defina el final del partido de ayer.

Después de una remontada espectacular, los Bengals ganaban 16-15 a falta de 1:50 minuto para el final del partido. Los Steelers - sin Big Ben que había caído lesionado - iban para un último intento de lograr un milagro con su QB suplente, bajo una lluvia torrencial y ante un equipo crecido con el apoyo de la grada en éxtasis. Primera jugada: interceptación. Se acabó el partido, ¿no? Con 1:36 minuto en el reloj, sólo tienes que correr un par de veces y ya está, ¿no?

El problema es que, en la primera carrera, Jeremy Hill comete un fumble y pierde el balón.

Los Steelers - con 1:23 en el marcador - ganan una última oportunidad.

Pero no es por el error de Hill que tienen que echar a Marvin Lewis. Estas locuras pasan en el deporte.

Pittsburgh vuelve a campo, ahora con su gran estrella, Big Ben, en el sacrificio, incapaz de pasar un balón para más de 10 yardas.

El problema es que, aunque con un Big Ben moribundo, los Steelers lograron mover las cadenas y llegar a 14 yardas de la zona de field goal.

Ahí fue cuando del otro lado del campo cundió el pánico y los Bengals no sólo regalaron de bandeja la victoria al mayor rival dentro de su propia casa como han estropeado al que, hasta aquél momento, era el mejor partido de la temporada.

Big Ben intentó un pase a Antonio Brown en el centro del campo, que salió demasiado alto y fuera del alcance del receptor. Pero, mismo con la jugada muerta, el linebacker Vontaze Burfict, héroe del partido hasta el momento con el sack que había quitado Big Ben del partido y la interceptación anterior al fumble de Jeremy Hill, atacó deliberadamente a la cabeza de un Brown que corría inadvertido con su hombro, en una jugada casi criminal.

Y como si no fuera suficiente las 15 yardas regaladas en la falta de Burfict por intento de asesinato a Brown, que ya dejaba los Steelers en posición de patear para ganar el partido, el cornerback Pacman Jones, fuera de control, logró superar el nivel de imbecilidad de su compañero al empujar a uno de los árbitros mientras se quejaba de la acertada decisión.

Otras 15 yardas y un fácil field goal de 35 yardas para acabar con el partido.

El descontrol de Burfict y Pacman no fue puntual. Representó el punto final de un clima de tensión y violencia que burbujeaba en la banda del equipo local durante toda la segunda parte. Burfict estuvo a punto de que le echaran del partido en un par de ocasiones, obligando sus entrenadores a tener que sujetarle varias veces para que no hiciera algo estúpido.

El hecho de que Burfict y Pacman sigan todavía en la plantilla es porque los Bengals tienen que echar a Marvin Lewis. Estos señores tenían que haber dejado el estadio en paro.

Los Bengals han avergonzado a su afición. Han avergonzado a la NFL. Han avergonzado al espíritu deportivo y a todos los que estuvimos hasta las mil de la madrugada viviendo apasionadamente uno de los partidos más emocionantes de todos los tiempos.

Entre el descontrol de Burfict y el largo histórico de indisciplina de Pacman - que esta noche dejó definitivamente de ser Adam – está un denominador común: la incapacidad de su entrenador desde la banda de controlar a sus jugadores.

¡Los Bengals tienen que echar a Marvin Lewis ya! Él es máximo responsable de la plantilla y es responsable de este inigualable e infame fracaso. Principalmente teniendo al coordinador ofensivo Hue Jackson ahí, listo para asumir el mando.

Esta madrugada no perdieron los Bengals. Perdió el fútbol americano.