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NFL DRAFT

El bisabuelo de Joey Bosa fue un pistolero de Al Capone

El jugador de Ohio State, uno de las promesas más importantes del próximo draft, es descendiente directo de un importante mafioso de Chicago.

MadridActualizado a
Al Capone.

Muchacho, calla de una vez que te voy a contar una cosa. Acerca ese taburete costroso y deja el revolver sobre la barra. Te he pedido un chispazo de matarratas, que en este maldito club es mejor que el whisky, y he pedido a Carla que nos deje un rato a solas.

Sé que has oído hablar de Joey Bosa. Ese espigado y engreído crío se las da de duro en Ohio State jugando al football, de defensive end. Ahora se presenta al draft de la NFL y se diría, por sus andares y sus modos, nada elegantes, que es un matón de barrio, el más intimidante que los ojos hayan visto. Un tipo como un pedernal con el que podrías meterte en el tugurio de los sicarios de Lucky Luciano, respirar el humo del tabaco barato que gastan, enfriarles unas cuantas balas en el pecho y salir de allí silbando la Tarantella. Pero este chulito no es nada comparado con su bisabuelo, puedes creerme.

Conocí a Tony Accardo, que así le bautizó su padre, en los felices 20. Era guapo, el condenado. Y bravo. Los muchachos del barrio italiano de Chicago le llamaban 'Tony Batters', pero para mí era 'Tony B.'. Fue el propio boss, Al Capone, el que le puso el apodo. Aquel malnacido peligroso había dado matarile el sólo, con su bate de béisbol, a dos listos que le tocaron las narices. Capone soltó una gran carcajada cuando escuchó lo sucedido y le ascendió para que fuera uno de sus lugartenientes.

Ah, por Dios, no puedo recordar que mierda comí ayer pero tengo estos recuerdos frescos en la mente.

'Tony B.' no se arrugaba

En 1929 estábamos en líos con dos gatitas del bar de Michelle cuando Capone nos pidió que le acompañáramos a un trabajo. Era San Valentín y aquello significaba que dormiríamos sólos, pero cuando el jefe te decía algo tú obedecías sin rechistar, no como ahora ¿me escuchas? Tony fue el primero en subirse al coche. Nos dieron unos trajes de policia y fuimos hasta un apestoso callejón donde estaban los pistoleros de Bugs Moran. El cabrón no estaba, así que se libró, pero los otros siete cantaron su última serenata en ese mismo momento, acribillados con plomo. Hoy lo conocéis como 'La matanza de San Valentín', pero para 'Tony B.' y para mí sólo fue un día más en una guerra que sabíamos que ganaríamos.

La vida nos llevó por caminos bien diferentes. Capone acabó en la cárcel, yo huí a Nueva York... pero Accardo siguió siendo uno de los jefes de familia más respetados de Chicago. Los cerdos del gobierno jamás le pudieron poner una mano encima y no pasó una sola noche en el agujero: no conoció ninguna cárcel a lo largo de su existencia. Y eso que William Roemer, aquel mal perro del FBI confirmó en un libro que habíamos estado aquella tarde de 'San Valentín' liquidando a los chicos de Bugs.

Supe de él muchos años después. Fue en 1984. Los periódicos hablaban de un simple atraco a una casa. Dos imberbes se colaron donde no debían: en la mansión de 'Tony B.'. Tenía 78 años, pero eso no le impidió cortarles el cuello, castrar a uno y arrancarle el rostro al otro. Al parecer eran italianos y eso añadió, a ojos del viejo cabrón, un insulto aún mayor que el mero intento de robarle. Debían haber sabido quien era él, demonios. El código de honor era sagrado para él. 

Murió en 1992 como un típico anciano norteamericano, viendo a sus nietos jugar al béisbol y yendo a miserables funciones de teatro del colegio. Porque la vida es un continuo proceso de demolición y ni siquiera los mejores pueden evitar convertirse en tiernos abuelos.

Y, ahora, su bisnieto quiere jugar en la NFL. Ya lo hicieron dos de sus nietos, Eric Kumerow y John Bosa, el padre de Joey. Esa estirpe es dura, muchacho, te lo digo yo, que conocí a Accardo cuando era 'Tony B.' y eramos los amos de Chicago.