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PREVIA NFL 2016

Previa AFC Sur 2016: La peor división en 2015 se vuelve sexy

Pero por primera vez tres de sus franquicias tienen un plan de futuro claro, que incluye a algunos de los jugadores más prometedores de la liga.

MadridActualizado a
J.J. Watt es uno de los mayores talentos que se han visto en la historia de la NFL.
Troy TaorminaUSA Today Sports

Quince años después de la caída del Muro, Berlín todavía no había cerrado sus heridas. Las diferencias entre el este y el oeste eran evidentes. Buena parte de lo que antes había sido una cicatriz que la dividía en dos ahora era una inmensa zona de obras. La economía todavía sufría los efectos de la monumental crisis que hundió la economía oriental tras la reunificación, y las consecuencias del aislamiento de la mitad occidental durante tres décadas. Pero era un imán irresistible para cualquier joven europeo entre los 18 y los 25 años. “Berlín es pobre, pero sexy”, dijo entonces su alcalde.

Y eso es hoy la AFC Sur. Es pobre. Fue sin lugar a dudas la peor división de la NFL en 2015. Dos de los peores equipos, los Jaguars y los Titans, que durante demasiados años han sido el hazmerreír de la liga. La mayor decepción de 2015, los Indianapolis Colts, sumidos en una crisis institucional no resuelta. Y un campeón de división más por deméritos ajenos que por méritos propios, los Texans. Siendo sinceros, las probabilidades de que la AFC Sur repita “galardón” son elevadas.

La tentación de tachar todos los partidos de la división de la lista de visión obligada, por tanto, es enorme. Pero no conviene hacerlo. Porque de repente, como le pasó a Berlín hace una década, la AFC Sur también es sexy. No por la calidad de su juego (al menos no por ahora) o por sus posibilidades de ducharse en confeti en febrero, que tienden a cero. La AFC Sur sigue siendo pobre, al fin y al cabo.

Pero por primera vez en mucho tiempo tres de sus franquicias tienen un plan de futuro claro, que incluye un buen puñado de los jugadores más prometedores de la liga y que, aparentemente, está bien ejecutado. Y la cuarta, que ni tiene plan de futuro y en caso de tenerlo probablemente lo convertiría en un fracaso, sí tiene algo por lo que casi cualquier otro equipo mataría: Andrew Luck.

El quarterback de Stanford es al mismo tiempo una bendición y un serio problema para los Colts. Una bendición porque, con todos sus defectos (especialmente en la toma decisiones y su tendencia irrefrenable al big play), por sí solo tapa y enmascara buena parte de los fallos del equipo. Es casi una herejía decirlo en estas páginas, profundamente imbuidas del espíritu de la CCLSDPDQ (Cofradía Contra la Sobrevaloración del Puesto de Quarterback), pero Luck es uno de los poquísimos quarterbacks que, sin nada más alrededor, convierte cualquier ataque en uno de los más peligrosos de la liga.

Al mismo tiempo, claro, eso significa que un equipo con Andrew Luck en sus filas se convierte de manera inmediata en claro aspirante a ganarlo todo. Su brillo oscurece todo lo demás, y en el caso de los Colts ese “todo lo demás” no es nada bueno. El general manager y el head coach, ninguno de los cuales ha hecho un trabajo especialmente bueno, consiguieron que su odio personal se reflejara en el rendimiento del equipo el año pasado. La defensa es una de las más flojas de la liga, y la línea de ataque es todavía peor que la defensa. Sin Luck, nadie apostaría que estos Colts pudieran ganar más de 5 o 6 partidos. Con él, cualquier cosa que no sea un título de división y un buen papel en los playoffs se considerará un fracaso.

La AFC Sur acoge también a una de las pocas estrellas capaz de eclipsar a Andrew Luck: JJ Watt. El mejor jugador defensivo de su generación y puede que uno de los más dominantes de la historia. Las lesiones empiezan a poner en peligro su carrera pero, si está en forma, contribuye a elevar a un grupo de jugadores que ya de por sí son buenos hasta convertirlo en una de las tres mejores defensas de la liga.

La extrema pobreza ofensiva de los Texans el año pasado, de todos modos, dejó claro cuál era el camino a seguir este año: reforzar el ataque sólo lo suficiente como para que JJ Watt no tuviera también que lanzar los pases y recibirlos. Houston ha reunido a un grupo de jugadores interesante, aunque con muchos peros: le robaron a los Broncos su quarterback de futuro bajo sus narices, pero a Osweiler apenas le hemos visto un puñado de partidos; Lamar Miller dejó buenas sensaciones en Miami, pero siempre en pequeñas dosis; y han elegido a un receptor en el draft para que ayude a DeAndre Hopkins, pero el olfato de los Texans está bajo sospecha tras el fiasco de Jaelen Strong. Si todo funciona, Houston bien podría ser el principal candidato a repetir título en la división.

Claro que si hablamos de sex appeal, el más evidente sinónimo de sexy en la NFL esta pretemporada es Jacksonville. Los Jaguars el año pasado tuvieron en su mano la división y un hueco en los playoffs si hubieran evitado sus ya famosos colapsos mentales en los finales de los partidos (y esto no dice tanto del nivel de los Jaguars como de la falta de méritos de sus rivales). Ahora se han convertido en uno de esos equipos a los que tantos expertos dan como gran sorpresa del año que, si de verdad llegasen a hacer algo grande, ni siquiera podría calificarse de sorpresa.

Ya tenían a un quarterback prometedor y vistoso, aunque algo alocado y falto de consistencia. A la mejor pareja de wide receivers jóvenes de la liga, y un juego de carrera que, si bien no es brillante, sí que sirve de complemento a su ataque aéreo. Con la fortuna de cara en el draft y una fuerte inversión en la agencia libre, el gran cambio de Jacksonville está en la defensa. Se llevaron al premio gordo de la agencia libre, Malik Jackson, y a las dos grandes perlas defensivas del draft, Myles Jack y Jalen Ramsey. Gus Bradley ya no va a tener excusa: si la defensa no se convierte en una de las mejores de la NFL y guía a la franquicia hasta su primera aparición en playoffs en casi una década, el head coach verá cómo su estancia en Jacksonville se acaba.

Incluso los Titans, quizá el patito feo de la AFC Sur, tienen su punto de interés. Como esos tipos feos, de rasgos duros y con pinta de brutos, pero que a la vez pueden resultar irresistiblemente atractivos. Porque en Nashville parecen por fin decididos a echarse en brazos del juego de carrera, y está vez sin remordimientos ni vergüenzas. La línea ofensiva reúne kilos y, en teoría, calidad. Y el fichaje estrella, DeMarco Murray, no deja lugar a dudas.

Si todo va según el plan, las jugadas de pase se reducirán al mínimo imprescindible. Pero aquí también hay interés: el de ver si Marcus Mariota, que en 2015 rindió a un gran nivel y desterró el mito de que era un jugador de sistema (el de Chip Kelly en Oregon), da un paso más en su progresión. Con la marcha de Dorial Green Beckham a Philadelphia Eagles, está por ver a quién escoge Mariota para ver formar esa pareja quarterback-wide receiver que tanto gustan en la NFL.

En definitiva, que la AFC Sur está hoy donde Berlín estaba hace una década. Todavía unos cuantos pasos (largos) por detrás de otros barrios más glamurosos de la liga. Pero con esa pizca de interés y rebeldía que hace muy difícil apartar la mirada. Y si todo va bien y los planes no se tuercen, en menos de lo que pensamos quizá estemos hablando de una de las divisiones más fuertes y entretenidas de la NFL. Si alguien cree que no es posible, que eche un vistazo a la NFC Oeste de hace apenas un lustro.