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Denver Broncos

Dos drives de Siemian y el sueño loco de los Broncos

La idea imposible de John Elway y Gary Kubiak se está haciendo realidad: un quarterback desconocido les está convirtiendo en mejor equipo.

Actualizado a
CINCINNATI, OH - SEPTEMBER 25: Trevor Siemian #13 of the Denver Broncos throws a pass to Demaryius Thomas #88 of the Denver Broncos during the first quarter at Paul Brown Stadium on September 25, 2016 in Cincinnati, Ohio.   Joe Robbins/Getty Images/AFP
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Joe RobbinsAFP

Trevor Siemian. Quarterback. De los Denver Broncos. Antes de la universidad de Northwestern. Un absoluto don nadie hace un año por estas fechas. Una séptima ronda del draft. Un QB que es séptima ronda del draft es un tiro al aire, una ficha en la ruleta al 23 antes de irte del casino, un hail mary. No es nada. Su potencial es ínfimo, su riesgo cero.

John Elway. Presidente y general manager de facto de esos mismo Denver Broncos. Se acaba de poner en la mano su tercer anillo en la franquicia. El primero como gestor. ¿El último? No contéis con ello. Se le acaba de ir Peyton Manning y debe resolver el futuro en el puesto supremo del football. Brock Osweiler, el llamado a heredar, se va; un poco por dinero, un poco por orgullo. Elway, que tampoco la historia sea cambiada ahora a antojo, le pone encima de la mesa todo lo que puede con respecto a su espacio salarial; hasta el último día pelea por quedárselo. Pero lo pierde. Todo se nubla. Ficha a un veterano como Mark Sánchez. Sube en el draft en primera ronda para escoger a Paxton Lynch. Tiene miedo. Pero no hace nada que muestre pánico, ambos movimientos son lógicos, medidos y nada comprometedores en el presente y futuro cercano del equipo.

Gary Kubiak. Entrenador. Sí, de los Denver Broncos. Ha alcanzado el Lombardi Trophy que tanto se le resistió en sus años en Houston. Ante sí, en verano, en el puesto de QB, tiene a un veterano, a una primera ronda... y a un don nadie de séptima ronda con un año en el equipo. Dice que este último puede ganar la batalla. Me meo de la risa ante tal disparate.

Ante tal disparate.

El disparate gana. La Cenicienta se lleva al principe. Y no dan las doce. El reloj se para.

Se para, exactamente, a catorce minutos y cuarenta y ocho segundos de que acabe el tercer partido de la temporada. Juegan contra los Cincinnati Bengals. Van 2-0. Han ganado sus partidos porque su defensa es un monstruo, porque, para pasmo de rivales, su juego de carrera ha mejorado con respecto al año pasado. Siemian se ha comportado como el perfecto soldado que cumple órdenes y no comete errores. Buen chico.

Pero todo QB en la NFL tiene un momento en que ha de demostrar si sí o si no.

El momento de la verdad de Trevor Siemian

Volvemos a los catorce minutos y cuarenta y ocho segundos del partido. Va a ser sí, os adelanto el spoiler.

Siemian coge el balón en su propia yarda 18 con el marcador un punto abajo para su equipo. Sabe que no va a tener muchas más oportunidades. Sabe que la defensa de los Bengals ha cortocircuitado la carrera en los últimos drives. Es hora de destrozar las expectativas.

Ocho pases completos de ocho intentados. Ocho pases después están celebrando un touch down. De esos ocho, tres son un primor: en tercera y siete encuentra a Demaryius Thomas para 16 yardas; el siguiente, a Bennie Fowler para 13 yardas; el mejor, a Enmanuel Sanders para 17 yardas.

El equipo está por delante. El chico ha dirigido un drive estelar. No de gestión. No de precaución. No de paciencia. No. Estelar.

Al ponerse por delante, esto no es baladí, la defensa de los Broncos, persiguiendo la sombra de Jeremy Hill toda la tarde, puede obligar a Andy Dalton a jugar con urgencia. Y ahí son imbatibles. Devuelven el balón a su ataque. Es la hora de la puntilla.

Entonces, con la seguridad de los buenos asesinos, Trevor Siemian agarró el arma del crimen y desguazó a Cincinnati: tercera y once, propia yarda 45, un balón que vuela 55 yardas y aterriza en Demaryius Thomas. Perfecto. Asombroso. Legítimo en su condición de pase que decide un partido, que encumbra a un QB joven.

¿Son los Denver Broncos mejores que los que el año pasado ganaron la Super Bowl? Lo parecen, al menos ¿Es esa mejoría debida al ataque? No puede haber duda ¿Es ese ataque mejor gracias a Trevor Siemian? Es sí, la respuesta es sí. Es una locura pensarlo. Es una insensatez escribirlo. Pero es verdad. Hoy, ahora mismo, es verdad. El sueño absurdo de John Elway y Gary Kubiak se está volviendo realidad.