NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

AS COLOR

40 años de la Contraolimpiada de Ajedrez del coronel Gadafi

La versión oficial señala que fue un acto de boicot del dictador libio a la Olimpiada oficial de Haifa (Israel). Sin embargo, fue autorizado por la FIDE. Esta es su historia.

Actualizado a
40 años de la Contraolimpiada de Ajedrez del coronel Gadafi
Ruperto Miller

Trípoli fue el escenario en octubre de 1976 de un torneo de ajedrez auspicidado por gadafi. EL coronel quiso ensombrecer las olimpiadas oficiales, que se celebraban en ISrael. el evento, autorizado por la fide, marcó a una generación de ajedrecistas.

El 24 de octubre se cumplió el 40 aniversario del comienzo de un evento deportivo que ha permanecido semioculto desde entonces para el gran público: la conocida como Contraolimpiada de Ajedrez, celebrada en Trípoli bajo el auspicio de Muammar al Gadafi. La versión oficial señala que fue un acto de boicot del dictador libio a la Olimpiada oficial de Haifa (Israel). La gran mayoría de deportistas acudió con el único propósito de participar, pero algunos no pudieron regresar a su país. Para sorpresa de muchos, ganó El Salvador.

Ampliar
Ruperto Miller

Boris Pineda tenía 17 años cuando aterrizó en Trípoli. Casi 11.000 kilómetros separaban El Salvador, su país natal, de Libia, a donde se había desplazado junto con el resto de la delegación salvadoreña para disputar unas olimpiadas de ajedrez. Era octubre de 1976. Por aquel entonces, el coronel Gadafi estaba exultante. Apenas habían transcurrido siete años desde que derrocara al régimen monárquico del rey Idris y uno desde que se editara por primera vez el ‘Libro Verde’, su excéntrica visión del socialismo árabe. Pero a Boris, aspecto colegial, gafas de pasta y cabello ensortijado, poco le importaba la Tercera teoría universal o la mismísima Jamahiriya, aún por llegar. Él era la gran promesa del ajedrez en El Salvador. “Yo para entonces ya era bicampeón nacional; era el primer tablero. Vino la invitación primero de Libia, 14 boletos: seis para el equipo masculino, cuatro para el femenino, delegado, capitán del masculino, capitán del femenino y jefe de la delegación”.

Sí, Gadafi estaba eufórico. Todavía ataviado con galas militares y adorado por el pueblo, había conseguido que Libia se convirtiera en el país africano con mayor PIB. Había nacionalizado el petróleo, iniciado ambiciosos planes agrícolas y desafiado incluso al islam, aumentado la igualdad de la mujer en la sociedad. En ese contexto nació la Contraolimpiada de Ajedrez. Un evento patrocinado por Muammar el Gadafi como respuesta a la decisión de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) de conceder las Olimpiadas oficiales a Haifa (Israel). El cartel hablaba por sí solo: un caballo negro con el símbolo de Libia derrotando a una reina con el símbolo de la estrella de David. La idea de Gadafi era clara, realizar un evento deportivo que contara con la presencia del bloque soviético, más los países árabes, frente al bloque de Estados Unidos-Israel.

¿Olimpiada o ContraOlimpiada?

El uruguayo Hebert Pérez, 29 años entonces, trabajaba en una empresa judía. Ironías de la vida. Pero no le pusieron ningún obstáculo. “Sabían que yo iba a Libia a jugar al ajedrez, mi gran pasión. Me dieron generosamente licencia, paga extra y un total apoyo”. Hebert vivía en Buenos Aires (incluso tenía la ciudadanía argentina) y había sido invitado al evento por su amigo, ya fallecido, Lincoln Maiztegui Casas. “El equipo no era oficial”. Según Maiztegui, representaba a los Ajedrecistas Uruguayos Asociados. “Toda la organización estuvo improvisada y se realizó a partir del momento que oficialmente la FIDE autorizó la presencia de dos equipos nacionales en ambas olimpiadas paralelas, pero la verdadera olimpiada se jugaba en Israel. Libia había aceptado derogar completamente todo lo relacionado con la llamada Contraolimpiada. La Olimpiada de Libia estaba reconocida por la FIDE como un torneo internacional de equipos. En principio iban a participar todos los equipos representativos de los países socialistas”.

Ampliar
Ruperto Miller

Pero el golpe de efecto de Gadafi no fue tal. A las olimpiadas de ajedrez de Libia acudieron 34 países. No estaba el más importante. No estaba la todopoderosa Unión Soviética. En este punto conviene recalcar que aunque Libia siempre quiso darle un matiz político al evento, la gran mayoría de jugadores acudió únicamente con aspiraciones deportivas. Así lo recuerda Hebert Pérez: “La Contraolimpiada no existió. Por eso concurrí a jugar el torneo en Libia. La FIDE lo autorizó oficialmente como un torneo internacional por equipos nacionales y fomentaron la doble participación en ambos torneos. El maestro Alberto Caro, de Venezuela, por ejemplo, visitó sin problemas las dos Olimpiadas. Eso no hubiese sido posible en otras circunstancias conflictivas”.

El ajedrez, entre populismos y dictaduras

“Fui como fotógrafo, para cubrir el evento para un diario de Panamá, aunque también soy aficionado al ajedrez desde siempre. La participación del equipo de Panamá tenía un carácter político: el coronel Gadafi solicitó al general Torrijos su apoyo a estas Contraolimpiadas como reciprocidad al apoyo que Libia y los países no alineados habían dado a Panamá en su lucha por obtener la soberanía en el Canal de Panamá. Había una delegación lista para ir a Haifa pero se les prohibió”.

El panameño Ruperto Miller todavía conserva algunas fotografías de la época y un sinfín de anécdotas de sus dos estancias en Trípoli. En los convulsos años setenta era raro no encontrar países que se movieran entre el populismo y la dictadura. Panamá era uno de ellos.

También El Salvador, como recuerda Boris Pineda. “Éramos un gobierno militar, con el coronel Arturo Armando Molina. Teníamos excelentes relaciones con Israel y ninguna con Libia. El presidente de la Federación era el Coronel Adolfo Arnaldo Majano, que después fue presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno en 1978, cuando se dio el golpe de Estado. Majano fue a la embajada de Israel y dijo: ‘Miren, si ustedes nos igualan la oferta…’ No teníamos equipo femenino, entonces bastaba con ocho boletos (seis jugadores, capitán y delegado). Israel dijo que no, que no podía. Como no nos dio respuesta por parte de Israel, aceptamos Libia, que se supone que iba a ser mejor torneo, porque la URSS. Cuba y aliados iban a ir en teoría”.

Ampliar

“La sorpresa nuestra fue que al llegar no estaba ningún país del bloque soviético y Cuba inteligentemente no fue ni a uno ni a otro. Inteligentemente digo porque en la época de los no alineados el ajedrez también lo reflejó. Había dos bloques: URSS y aliados, EE UU, Israel y aliados y estábamos los países pobres y los árabes que éramos los no alineados”.

Para sorpresa la que se llevó el ajedrecista italiano Franco Trabattoni (Italia y Portugal fueron los dos únicos países europeos que fueron a Trípoli) cuando aterrizó en la capital de Libia.”Nos dejaron en la sala VIP. Las labores de descarga se realizaron muy rápidamente. Ni siquiera se nos permitió recoger el equipaje; nos dijeron que nos lo llevarían directamente al hotel. Me pareció que era un favor especial, pero luego me di cuenta, al abrir la maleta en el hotel, que el objetivo era hurgar en nuestro equipaje (me encontré una botella de loción de afeitar rota y dispersa entre la ropa)”.

Tenía 20 años, pero Trabattoni (en la actualidad profesor universitario) sabía que algo olía muy mal en la bella Trípoli. “En esos días se estaba celebrando en Libia la fiesta de la ‘expulsión del último italiano en el suelo de la patria’. En realidad, como descubrimos poco tiempo después, el país estaba lleno de técnicos italianos, sin los que la industria minera de Libia nunca hubiera podido funcionar. Por lo tanto, la diferencia entre la propaganda y la realidad era muy llamativa. Se nos asignó de forma inmediata un coche con chófer y dos jóvenes acompañantes, un hombre y una mujer. Se nos entregó además una cantidad muy considerable en divisa de Libia (los más astutos de nosotros compramos objetos de oro...). Pero su generosidad no se detendría aquí. Si querías hacer deporte y no tenías la ropa adecuada, te la daban. Recuerdo traer a casa una magnífica raqueta inglesa de tenis de mesa firmada por Victor Barna” (considerado el mejor jugador de la historia de este deporte, con 40 medallas en campeonatos del mundo).

Bajo la enorme sombra de Gadafi

Boris Pineda, Hebert Pérez, Ruperto Miller y Franco Trabattoni, las cuatro voces de este reportaje, tienen en ocasiones puntos de vista muy diferentes sobre lo que fueron las Contraolimpiadas de Libia. Sin embargo, todos coinciden en algo: el total culto a la personalidad del líder libio. Desde el aeropuerto hasta la ciudad de Trípoli, había letreros luminosos con la imagen del coronel Gadafi, que lo mismo mantenía en vilo a todas las delegaciones de ajedrecistas hasta las dos de la madrugada, anunciando una inminente visita, que organizaba una visita guiada a una “granja modelo”.

Ampliar

“Hubo un desfile de tractores, y en el primero viajaban, aclamados triunfalmente por la multitud, Gadafi y el vicepresidente Jalloud. Fue algo muy largo y aburrido, aderezado por las declamaciones sin fin de un poeta. Así que mi idea sobre el régimen libio fue muy negativa. Gadafi pensó que había encontrado una ‘tercera vía’ entre el liberalismo y el comunismo, y para explicarlo nos dio el llamado ‘Libro Verde’. Todavía no se había traducido al italiano, y el nuestro estaba en un pésimo francés. Consistía en unas páginas donde se ilustraba lo que se suponía iba a revolucionar la política mundial. En pocas palabras, algo realmente ridículo”, recuerda Trabattoni.

Deportivamente, la organización de la Contraolimpiada de Libia fue desastrosa. Los libios pusieron voluntad, pero fracasaron en todos los aspectos relacionados con la difusión del evento, prensa y publicidad. El desarrollo de las partidas tampoco fue el adecuado, porque en ocasiones incluso no terminaban una jornada y tenían que retomarla al día siguiente, algo impensable en la actualidad. Sin embargo, Gadafi no reparó en gastos: a los participantes les obsequió con una medalla de oro, visitaron las ruinas de Leptis Magna y Sabratha y algunas de las delegaciones (no todas) disfrutaron de una cena de gala en el imponente Palacio del Pueblo.

“Esa noche singular en Trípoli fue maravillosa, nos parecía estar viviendo en realidad en la dimensión de las famosas, ‘Mil y una noches’. Cenamos descalzos y sobre alfombras, con fondos musicales orientales. Fue realmente excepcional y me agradó mucho. También estuvimos sentados en la famosa sala donde se reunían los representantes de los países petroleros (OPEP) para conferenciar y coordinar los precios del mercado mundial”, rememora Hebert Pérez.

El sorprendente ganador

Nadie lo esperaba: ganó El Salvador. Es cierto que el nivel de la Contraolimpiada de Libia no fue alto (las principales potencias fueron a Haifa) pero para el país centroamericano fue un éxito sin precedentes.

Ampliar

“Los equipos más potentes no eran de los más fuertes del mundo: ni Italia, ni Portugal… el más fuerte debió haber sido Turquía o Túnez, que llevaba un Maestro Internacional. Pero no había ningún país fortísimo. En Israel sí fueron los diez mejores equipos. Nosotros debimos haber quedado en la posición 20 y hubiera sido un buen resultado. Éramos un equipo formado por Pineda (17 años), René Grimaldi, que tenía 19, Salvador Infante tendría 23, Antonio Grimaldi unos 27-28, era el anciano… los suplentes tenían 19-20. Habíamos desplazado a los veteranos”, señala Pineda. Debido a su gesta en Trípoli, a esta generación de jóvenes jugadores salvadoreños se le conoció como Los Libios. El Salvador lo celebró por todo lo alto, fueron recibidos por Arturo Armando Molina e incluso se editaron sellos con el mensaje “El Salvador Campeón”. Pero para otros ajedrecistas, la aventura en Libia tuvo un final dramático.

El italiano Franco Trabattoni no sufrió ninguna represalia política, aunque durante su estancia en Trípoli vio cómo la opinión de Libia sobre Italia cambió radicalmente cuando se enteraron de que también tenían un equipo compitiendo en Haifa.

“Una vez que llegué al hotel por error en una habitación contigua a la mía me encontré con un guardia (había guardias por todas partes) dormitando en la cama con un auricular pegado a la pared contigua. Ni que decir tiene que desde entonces no hicimos más que loar los logros sociales prodigiosos y las políticas llevadas a cabo por la nación de Libia bajo la sabia dirección de su líder...”.

Ruperto Miller, como fotógrafo de varios diarios del régimen del general Torrijos, regresó a Trípoli en una segunda ocasión. Una experiencia que casi termina en pesadilla: “En Panamá se fundó la Asociación Libia Panameña, en la que me incorporé y de la cual recibí la invitación al aniversario de la Revolución Verde. Allá presencié un desfile militar que empezó a las seis de la tarde y terminó el día siguiente a las seis de la mañana… Fue una verdadera demostración militar endemoniada. Se desplegó una plataforma móvil de lanzamiento de misiles... y se colocó apuntando hacia el cielo, en dirección a Israel; se separaron las pinzas que sujetaban el puente de la plataforma y solo faltó que se lanzara… fue un desfile demencial”.

Ampliar

Hebert Pérez nunca pudo regresar a Argentina, donde residía, ni a su Uruguay natal. Tuvo que pedir asilo político tras un bizarro conflicto con la dictadura que gobernaba en Uruguay. “Lo pedí en Holanda. Fue a consecuencia de no haber aceptado el chantaje de la intervención militar uruguaya. Ellos querían condenar a Lincoln Maiztegui y acusar al equipo de haber ido a Libia con fines políticos. En 1977 me condenaron a que por 20 años no podía representar al Uruguay y me querían llevar al país luego de declararme como ‘uruguayo indigno’ que difamaba en la prensa extranjera al país. Para ellos mis artículos en ‘Jaque’ (la mítica revista española) y la revista ‘Ajedrez’ con la mención del equipo de Ajedrecistas Uruguayos asociados era según ellos una calumnia. El asilo político lo pedí en Holanda porque tanto El Salvador como la España de la Transición, con gobernantes franquistas aliados de la dictadura uruguaya, no me ofrecían seguridad para mí y mi familia”.

El autor agradece en nombre de As Color todo el material (fotografías, documentos, testimonios...) cedido desinteresadamente por Ruperto Miller, Hebert Pérez, Boris Pineda, Franco Trabattoni y Héctor Silva Nazzari. Sin su colaboración no hubiera podido realizarse este reportaje.

Fe de errores: Hebert García sí regresó a Argentina tras el torneo jugado en Libia. Después, en 1977 si tuvo que irse forzosamente debido al chantaje de los militares y sus acusaciones de haber publicado calumnias en la prensa extranjera.