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Kansas City Chiefs

Las lágrimas de Eric Berry en su triunfal regreso a casa

El safety de los Kansas City Chiefs fue el jugador decisivo en el triunfo de su equipo en Atlanta, ciudad de dónde es y donde se curó un cáncer.

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ATLANTA, GA - DECEMBER 04: Eric Berry #29 of the Kansas City Chiefs walks off the field after their 29-28 win over the Atlanta Falcons at Georgia Dome on December 4, 2016 in Atlanta, Georgia. Berry returned an interception from a failed two-point conversion for two points and the go-ahead score.   Kevin C. Cox/Getty Images/AFP
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Kevin C. CoxAFP

El retorno a casa es una experiencia intensa. Así, en general. Puede ser de carácter feliz, nostálgico, depresivo, rencoroso o crepuscular. Incluso navideño. Da igual. Lo relevante es que los sentimientos afloran y dominan a la persona. Retornar al hogar suele tener algo de vuelta a la infancia, a lugares comunes y, en el fondo, a uno mismo. Y eso es algo que te agarra bien dentro en cuanto atisbas las casas o lugares de lo que una vez llamaste "mi tierra".

Eric Berry vivió el mejor sueño de su vida ayer en el partido entre sus Kansas City Chiefs y los Atlanta Falcons. Lo hizo por el retorno a su Georgia natal, a su ciudad, y porque su actuación fue tan grande como cualquier guionista de Disney hubiese imaginado. Es por eso que el jugador, como confesó, lloró antes, después y durante el partido.

El safety de los Chiefs es un superviviente del cáncer. Diagnosticado hace un par de años con la enfermedad decidió ir a tratarse con los suyos. Fue entonces, por primera vez en su carrera, que en época de temporada NFL cogió un avión con dirección a Atlanta. Allí, con sus padres como apoyo, empezó a recibir quimio y radioterapia en un hospital a apenas diez minutos del Mercedes-Benz, donde juegan los Falcons.

Berry se curó. No sólo eso, sino que pudo volver a jugar en la NFL. No a su nivel de antaño, es cierto, pero si con el suficiente como para ser un buen titular en la liga. Y, por segunda vez, cogió un avión en medio de la temporada para volver a Atlanta. En este caso, al fin, para jugar un partido de football. Y resulta que le esperaba la gloria.

En el segundo cuarto leyó la jugada que Matt Ryan y los suyos estaban ejecutando y saltó por delante del receptor para conseguir una intercepción que llevó hasta la end zone. Touchdown. Ahí fue donde lloró por primera vez en el encuentro, justo cuando corrió hasta la grada para llevar el balón de la anotación hasta su madre.

El segundo sería para su padre. El segundo, además, decidió el partido. Los Falcons, un punto arriba, acababan de anotar un touchdown y buscaban la conversión de dos. De nuevo, Berry intuyó la jugada y atrapó el balón, que retornó cine yardas para anotar dos puntos y, de esta forma poner por delante a su equipo, esta vez de forma definitiva.

Dos retornos decisivos. Dos retornos a sumar al primigenio, al esencial, al de volver a ver Atlanta con lo ojos de un superviviente del cáncer que pasó noches y noches sin dormir, en casa de sus padres, a diez minutos del estadio donde, al menos a nivel estadístico y emocional, jugó el mejor partido de su vida.